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Borges fue considerado uno de los máximos exponentes de las letras hispanas del siglo XX. Foto: RRSS

Homenaje a Borges: un viaje a través de su poesía y narrativa

A pocos días de finalizar el mes aniversario del nacimiento de Jorge Luis Borges, poeta, ensayista y traductor, extensamente considerado una figura clave tanto para la literatura en habla hispana como para la literatura universal, ofrezco una reflexión sobre la obra de este célebre escritor argentino, quien sigue vivo.

Este es un ensayo que empecé a escribir hace dos años aproximadamente, con motivo de celebrar el aniversario de Jorge Luis Borges. Más o menos como un fantasma, el texto fue tomando forma hasta hacerse muy tangible y decidí ampliarlo con algunos comentarios acerca de su poesía que no había hollado de forma rigurosa.

Se lo debía como una gratitud insoslayable, ya que este autor argentino ha sido uno de mis maestros intangibles que han aportado ostensiblemente a mi formación empírica y autodidacta. Concluyo este homenaje con un poema de mi hechura para aquellos lectores que gustan más de leer el género lírico y en verso.

Hace poco, una amiga me convocó para escribir un poema para Borges. Entonces busqué todos los libros que tenía de él y descubrí que solo tenía ensayo y narrativa. No tenía poesía. Gracias a la incursión de la tecnología en el siglo XXI pude ubicar Fervor de Buenos Aires, Luna de enfrente y Cuaderno de San Martín (no pude leer todo) y con eso se completó mi imaginario respecto al mundo literario del autor de Funes, el memorioso.

Fervor de Buenos Aires

Descubrí con mi lectura que Borges era un melancólico señor a sus 23 años. Un ser crepuscular y paisano que le gustaban los barrios alejados y los arrabales, que le gustaban los ponientes y que tenía un infinito amor a Buenos aires. Este escritor ama sus calles, las calles del Bs As. de 1923, que apenas es un boceto de lo que es hoy la metrópoli.

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Borges, en 1919. Foto: RRSS

Como si él fuera un camínate, un ‘viator’. O tal vez un morador del polvo que le gustan los mausoleos y el Cementerio de la Recoleta. No menciona el tema del amor ni el sexo. Un antagonismo total con Neruda, que su tema ‘príncipe’ era el amor. En nuestra literatura tenemos a un poeta que habla sobre las espadañas y los tejados bermejos de Sucre, Wálter Arduz Caballero. Que se nota que le gusta su ciudad, pero, además, gusta de las estaciones del año. Cito:

“Yo me quedo sentado en la plaza de mi ciudad, ciudad de antiguos campanarios”, y otra estrofa: “Esta rutina de inverno/no tiene el espanto/ de las caídas de la nieve/sobre los bermejos tejados” (1).

Borges había escrito dos poemarios antes de Fervor de…, pero los desechó para ventura de todos. Concluyo que habla de unas calles ausentes de personas, donde es a él a quien le angustia o gusta ese espectáculo.

Ahora pasaré a comentar uno de los cuentos que más me gusta.

Tlön, Uqbar, Orbis Tertius, el planeta donde vive Borges

A propósito del inminente cumpleaños de Jorge Luis Borges, el pasado 24 de agosto, me regalé con la lectura del cuento Tlön, Uqbar...  para mejor entenderlo, como si nunca lo hubiera leído. Y lo había leído dos veces antes, pero como si nunca lo hubiera hecho. Como si yo fuera otro. No Carlos. Tal vez, sí, un habitante de las regiones remotas de Uqbar.

Entonces, reparé en la fabulosa ficción que conjura el poeta argentino. Espejos que aterran, enciclopedias que intimidan, pero que es la urdimbre de una conversación de dos ancianos literatos que demoran sus charlas hasta el alba. Ancianos no en el sentido físico, pero que albergan tantas vidas en su pellejo que es imposible saber qué edad profesan. Un cuento aterrador, del mejor. Aterran, según el heresiarca, esos espejos que tienen “…algo monstruoso”, así como la cópula y que lo era porque multiplicaba a los hombres. En esta sentencia había una contradicción, ya que en este planeta se dice que muchos hombres son uno solo; así como una obra literaria es anónima, no existe plagio, porque pertenece a un solo hombre. En donde es unánime (el adjetivo no es mío) el concepto que Borges sí lo creía, así pues no se multiplicó. Tal vez Tlön está atravesando el espejo que ocupa tu habitación.

Este cuento podría ser considerado como un mamotreto de las preocupaciones metafísicas y utópicas de un par de ancianos que andan buscando topografías inasibles y lo que lo hace mundano es la presencia real de los dos escritores con sus nombres: Jorge Luis Borges y Adolfo Bioy Casares, y los lugares familiares que hacen pensar que todo eso se está dando y que cualquier hijo de vecino puede ir a esa calle y constatar cada invención. Los dos espacios se funden. Por ejemplo, la calle Gaona de Ramos Mejía y Buenos Aires. Me es tan propia porque yo viví temporadas allá y tengo recuerdos de esa zona, ya que ahí vivía la hermana de mi amiga Lesly. Tengo gratos recuerdos de ese momento y lugar. Otro es Corrientes y Talcahuano, y etc. Es posible creer que en una enciclopedia de varios tomos existe un planeta inventado por un grupo demiurgo masónico.

La invención podría quedar ahí. Cualquiera pudiera bautizar un lugar con el nombre que quiera, pero no queda ahí. Borges emprende la tarea titánica de recrear, como hacedor que es, ciertos aspectos como sus hombres y su filosofía, su gnoseología y su idioma. Por ejemplo, el pasaje donde dice que un hombre que sueña está despierto en otro lado y terminan siendo dos hombres. Otro es que todos los hombres son un solo hombre (¿tendrá una sola sombra?). Otro, que todos los libros son invención de un solo hombre y que por ello no existe el plagio. Y por último que no existen sustantivos. La sucesión de adjetivos hace un sustantivo.

Tamaña proeza es digna de admiración y vuelve susceptible y escéptico a cualquiera. Dentro de ese cuento hay muchos cuentos y hay muchos ensayos que podrían volverse 40 tomos tranquilamente acerca de lo que puede ser el hombre y su naturaleza, su esencia. Por eso en su aniversario quise releerlo y confesar que en casa tengo algunas joyas de Jorge, un librito de bolsillo, Ficciones, que lo compré en El Olimpo, en la carretera monseñor Bufano, camino a Lanús. Creo que me costó 3 o 6 pesos argentinos. Pero en ese libraco están cuentos esenciales, que leí con un placer orgiástico.

Borges 3 0224

Foto: Carlos Gutiérrez Andrade

Después tengo Inquisiciones y Otras Inquisiciones, regalo de mi hermana cuando fue a Buenos Aires, editorial De Bolsillo. Tengo las Crónicas de Bustos Domecq, escrito conjuntamente con Bioy Casares. Tengo Arte poética, seis conferencias (editorial Austral); un librito de análisis de las preocupaciones de una escritora colombiana, Myrta Sessarengo, Borges y El laberinto, y un librito de entrevistas de los escritores del ‘boom’, donde sale él.

En fin, tengo sus cuentos y su obra ensayística, pero no tengo sus poemas. Esos llegarán supongo luego. Y tenía Prólogo con un prólogo de prólogos, pero ese me lo robaron. Lo importante es saber que Borges me acompaña y que yo me multiplico con él. Lo importante son sus cuchilleros y milongas, su amor por los ponientes y su idea de que el mundo es un ajedrez, que podemos recrearlo, reescribirlo y crearlo, de que hoy poseemos el Aleph y de que estoy seguro de que no ha muerto.

Él no se fue a morir a Ginebra. Estoy convencido de que él, como Alicia en el País de las Maravillas, cruzó esa sustancia de mercurio y viajó a Tlön, Uqbar, Orbis Tertius y que vive allí jugando con Dios al ajedrez. Es así porque, como él dijo en sus poemas, es el otro el que murió, no él.

1 Wálter Arduz Caballero, Rutina de Invierno. Colección Bicentenario. 57 pág.

Al sacerdote de la palabra, de pluma laberíntica

Entre la carcoma de libros milenarios

Emerge tu memoria nívea

Imbricado en los lomos y lomos

Tu ceguera no hace más que brillar

En la oscuridad de la noche

Un destello de tu bastón de caoba

Revive antiquísimos cuchilleros gauchescos y matarifes

Te ahondas en tus ponientes y crepúsculos melancólicos

Hay una última página que no has leído

Y un último poema que no has escrito

Hay un zaguán que te espera famélico y lóbrego

Así como tus mausoleos y sepulcros.

Quiero recorrer los senderos de tu lucidez

Tu laberíntica pluma

Y tu bufido de Asterión

Se escucha en toda Latinoamérica.

Tango, milonga y cumparsita bailan tus hazañas

Que se bifurcan al oriente.

Tu lengua argentina, tu pampa gauchesca

“Donde Dios camina a sus anchas”

Proas que levan anclas te llevarán a Tlon orbis

Padre del crepúsculo

Tus espejos son espejos del tiempo

Tu idioma, tu saber enciclopédico y ciclópeo

Un sonoro diapasón

Te lleva por mansas aguas a la biblioteca de Babel.

Eres el Cancerbero de palabras y libros

Sigues jugando en tus laberintos y arrabales.

¡Quién no quisiera hablar con el Borges

Que camina en las mañanas diáfanas de café!

Al que le pasan cosas, y fatigar a su lado enciclopedias

Adiposas y polvorientas, a ese quiero hablarle

Al Milton argentino, al Quevedo latinoamericano

Que espero prologue mi estadía en el paraíso

Riguroso sacerdote de la palabra. Anglosajón y celta.

¿Qué pieza del ajedrez de la noche eres?

Ladino, homérico, ligero y, ahora, postrero

Que nadie reduzca a lágrima tu gloria,

Tu maestría eterna, tu singular memoria

Que se encumbra en el paraíso que te mereces, ahora, nuestra memoria.

LA Paz/AEP/Carlos Gutiérrez Andrade


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