“Yo nací en el día de los perros, no soy una fiera, pero siempre he tratado de ser una gran persona”, Erquicia Orellana.
La Paz, 28 de abril de 2024 (AEP). – Hace ocho días los ojos del artista Humberto Erquicia Orellana se cerraron para siempre en este mundo. Ahora debe estar pintando ángeles en el palacio del cielo o ¿qué otros mundos estará creando con su paleta? Uno de los más destacados pintores potosinos de las últimas décadas, teniendo como docente a uno de los más connotados maestros del pincel como lo fue René Arrueta. Gran expositor y conferencista y con un sentido del humor que llegaba al sarcasmo. Este es un homenaje y una aproximación a su obra: el grupo Praxis, el cual fundó el 29 de febrero del año 2010.
La arqueología del pincel
El artista potosino era una especie en extinción dado que no solo era un pintor sino un intelectual y lector de alta factura. Si bien era oriundo de Potosí, vivió alrededor de 12 años en Sucre. Este fue el espacio y su bunker donde irradió su himno de color al mundo. Su paleta se caracterizó por congelar el tiempo decimonónico en una suerte de invocación a ese pasado republicano o colonial. Este reprodujo en sus óleos o acuarelas la arquitectura neoclásica o los ambientes sencillos donde la poesía se esconde en distintos bártulos: ollas vetustas, frutas o simplemente rancios objetos congelados para regocijo del espectador, donde parecen hablarnos los utensilios. Un viaje singular a través del calidoscopio cromático.
Este rescató la atmósfera de hace un siglo. Parece decirnos en la dialéctica de su pincel que las puertas que pinta son portales a otra dimensión, sus balcones y ventanas, un periplo arqueológico. Fue el ciclo de su vida, de la historia arquitectónica de Potosí en cada trazo, en cada boceto que el espectador debe descubrir como una veta.
Buscando la veta cromática
Erquicia nos propone ser mineros que buscan su riqueza estética en sus cuadros.
¡Qué genialidad la de encontrar belleza en la soledad! De ciudades o pueblos en ruinas o despojados de seres humanos.
Es el retrato de una ciudad cerca del cielo, a 3.500 m.s.n.m. de plúmbeos atardeceres y de edificaciones ebúrneas, pero con detritus de cenizas en los contornos. Ciudades abandonadas o a punto de periclitar, donde la noche acecha o se devora la luz fruto de la migración o el capitalismo. Agónicos atardeceres que el pincel captura en su estertor esquelético. La nostalgia de una majestad en ruinas. Erquicia, como un lobo hambriento o un implacable depredador del color y la belleza, ha congelado en la retina de los hombres el lúgubre nocturno del viento de la puna. Un canto poético de eucarísticos sones y nubes, mortajas donde todavía parece vérselo en su ascensión a los cielos.
Humberto Erquicia Orellana, la paleta telúrica
Hablar de arte potosino es hablar de las pinturas del maestro Humberto Erquicia Orellana. nace en Potosí el 16 de agosto de 1948. Hijo de Guillermo Erquicia Nueva y Espectación Orellana Mendoza.
A la edad de los 12 años comenzó a interesarse por la pintura artística. Estudió en la Academia de Bellas Artes de la Universidad Autónoma Tomás Frías, Potosí. Egresó el año 1972 con las especialidades de Dibujo y Pintura. Sus maestros fueron Teófilo Loayza, Alfredo Loayza, Ipólito Taboada, Milguer Yapur, y René Arrueta. A partir de entonces comienza una labor pictórica incansable en busca de un estilo propio y de madurez técnica. Erquicia decía: “Yo no nací talentoso, pero gracias a mi esfuerzo pude atisbar el arte”.
Su obra, puede dividirse en tres periodos:
El primer periodo empieza al egresar de la academia
El paisaje será el principal protagonista de sus obras, con la concepción de captar el color de su pueblo; es decir, el ambiente telúrico del paisaje potosino, y es que su aguda percepción visual va más allá de la realidad. Los infinitos matices de colores quebrados, la composición eclipsada y la atmósfera envolvente que crean sensaciones de un mundo bellamente compuesto.
La obra de Erquicia pretende la unión de su mundo que lo rodea, haciendo visible una expresión propia utilizando como motivos las calles, balcones y las iglesias de la vieja ciudad colonial.
Desde el punto de vista del estilo y la técnica, la obra de este período se caracteriza por el movimiento y la riqueza del color, pero sobre todo del manejo de la espátula donde la luz parece ser su mayor preocupación.
En la década de 1970 ganó varios premios locales y nacionales.
Segundo periodo
Está dedicado a una pintura social, con la pretensión de expresar el hambre y la miseria de su pueblo.
Para Erquicia el arte persigue dos fines distintos: trata de producir, por un lado, sensaciones agradables y, por el otro, refleja sentimientos sociales, de modo que la obra creada implica una denuncia consciente. Entonces hay que saber de la esperanza para saber de la ilusión y de las ansias; hay que saber del dolor para escrutar el significado de cada lágrima que brota amarga. Hay que saber de la angustia para aprender de la lucha y esperar un nuevo día que llegará radiante.
En este periodo el artista expone sus obras en casi toda Bolivia y el exterior, como Beinshan, Frankfurt (Alemania), Virginia (EEUU), Chile y Argentina.
Obras notables de esta época son Donde nacen las nostalgias, Sub hombres, Inocencia.
El tercer periodo, acuarela
Desde hace más de tres décadas, Bolivia se convierte en la vanguardia de la acuarela latinoamericana, de la mano del maestro potosino Ricardo Pérez Alcalá.
Es entonces cuando Erquicia dirige su mirada hacia esta técnica maravillosa y difícil; periódicamente se encuentra analizando obras en la técnica al agua de pintores extranjeros y bolivianos. Se nutre de libros destinados a esta técnica y comparte conocimientos con algunos acuarelistas.
La obra de Erquicia se traduce en el paisaje, cuya percepción al aire libre hace posible no sólo la mera duplicación de lo real, sino que crea un mundo de equivalencias visuales donde no se trata de describir, sino de evocar los efectos del paisaje. Al observar detenidamente sus obras, encontraremos que su mirada se define en temas de culturas ancestrales y étnicas, pinta: fogones, rincones, puertas, etc., en una riqueza cromática capaz de trasuntar el pasado.
En la traducción de Humberto Erquícia encontramos que maneja dos conceptos de esta técnica: “acuarela” y “acuarela-acuarela” y concluye diciendo:
“El arte, en tanto reserva inagotable de lo imaginario, ha sido y es una de las mejores respuestas que da la vida”.
Fotos: Cortesía Carlos Gutiérrez
Mariano Planells (crítico de arte) menciona sobre la obra del artista:
“Humberto Erquícia, es uno de los pintores más destacados de Bolivia. Indaga sobre las cicatrices del suburbio minero. Ha logrado plasmar en el papel el drama del alma de la vieja ciudad potosina, retratada con audacia cromática, la paleta del artista expuesta ante los ojos del asombrado espectador, el vigor de su espíritu generoso, hombre y paisaje contabilizan la heroicidad de un mundo incomprendido”.
El grupo Praxis se fundó en el año 2007. Fue bautizado por el susodicho y estuvo conformado por los pintores y docentes Tomás Apaza, Rubén Gómez y Consuelo Sanz.
Biotipo:
Humberto era un hombre de 1,75 de estatura, de tez entre trigueña a bronceada, con bigote a veces insípido y a veces espeso. Siempre de traje formal o chaleco. Su atuendo se completaba con una cachimba humeante y una boina desparpajada ladeada que le daba el típico aspecto de un pintor parisino de la belle époque. Como epilogo, una mirada escrutadora que incisiva sondeaba al interlocutor. Una frase que siempre repetía era: “Mi filosofía del arte es escudriñar lo que la gente no ve y dar a la luz obras que muevan su conciencia”.
Su luenga sombra se quedó atrapada en los cenáculos, cafés y, ocasionalmente, salones que ahuyentaban la aflicción en Sucre.
*Carlos Gutiérrez A. y Tomás Apaza son miembros del grupo Praxis.