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Manuel Escarcha ‘Polvorín’, el santo de los malditos

A través de testimonios y recuerdos, se destacó el carácter rebelde y la obra incendiaria de William Jonny Aguilar, cuyas contribuciones a la cultura boliviana reflejan su profundo espíritu revolucionario y su crítica constante a las injusticias sociales.

La Feria Internacional del Libro de Cochabamba rindió homenaje póstumo al poeta William Jonny Aguilar, conocido como Manuel Escarcha ‘Polvorín’, con la proyección del documental biográfico Santo de los malditos. En la emotiva actividad, que fue organizada por el Centro Pedagógico y Centro Cultural Juan Wallparrimachi, estuvieron presentes destacadas personalidades del ámbito artístico-cultural.

El documental, dirigido por Miguel Valverde Botello, es una revelación para aquellos que no lo conocieron en su verdadera esencia. El general Edwin de la Fuente, con quien compartió su paso en el Colegio Militar, lo describe como un hombre de mucho sentimiento, con profundos valores y principios, con un alto espíritu de honestidad y rebeldía contra las injusticias, con una mentalidad excepcionalmente grande.

Cuenta que, durante su estancia como cadete en el Colegio Militar del Ejército en La Paz, se destacó por su desempeño y disciplina, pero sobre todo por su carácter férreo. Relata que un día decidió abandonar su carrera militar y, enfatizando ¡las injusticias de ese colegio militar!, pidió su baja a gritos. El oficial, al observar su delgadez y baja estatura, le dijo: “¿Quién es usted para hablar de esas cosas? ¡Si quieres irte, váyase carajo!” Inmediatamente él respondió: “¡Sí!, ¡me voy a ir al carajo!” e inmediatamente abandonó el lugar.

En los pasillos se rumoreaba que nunca debieron dejarlo ir, porque demostró mucha templanza. Impactó tanto que durante mucho tiempo se seguía hablando de este hecho, incluso en niveles superiores. Para la incredulidad de muchos, volvió al Colegio Militar y salió becado a Argentina. Allí ganó un premio y le dieron la oportunidad de elegir una beca de dos años para que estudie lo que él quisiera. Sin duda, se convirtió en un militar ejemplar.

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‘Polvorín’ tuvo una etapa revolucionaria, se atrevió a cuestionar y cambiar estructuras en el interior de las Fuerzas Armadas. Temían a los panfletos que escribía; enfrentaba la corrupción y las injusticias, denunciándolas por escrito. Fue, pues, un revolucionario de acción.

En el fondo, nunca quiso ser militar, pero vivió el resto de su vida con la disciplina adquirida. Empezaba su jornada muy temprano y, con el gusto de lector empedernido, revisaba cotidianamente sus libros. Su obra poética estaba dedicada a su visión de vida. Cierto día escribió:

Confieso que no estoy equivocado

Pido disculpas

por no haber nacido por no ser formal, ni bien vestido

por no querer ser comandante ejecutivo, ministro, senador

por haber traído la vergüenza a vuestro digno apellido

la vergüenza de tener como pariente

a un loco soñador a un soberano irresponsable

a un desconocido poeta, a un perdido artista

pido disculpas

por no poder retribuir con títulos fiestas comedidas

por haberme dado una niñez en opulencia

en los colegios y alegres navidades

por ser vuestro hijo, vuestro hermano, vuestro padre

por ser simplemente un hombre

que transita en las aceras de la policía

embarcarolas de locura

embarcarolas de bohemia de café de chichería

pido disculpas

por no poder ser el orgullo de vuestra familia

por no poder ser la competencia de los elegidos del sistema

al no poder convertir en riqueza material

la inteligencia que me concedieron

pido disculpas

por todas mis caídas, por todos mis fracasos por todos mis aciertos …

La poeta Jacqueline Dueñas lo recuerda como un gran personaje. Traía mucha magia. Siempre dispuesto para ayudar a los demás, infundía mucha confianza e impulsaba a la gente a atreverse a escribir, y con profundo respeto corregía los escritos sin cambiar la esencia. Sin duda, su poesía trae luces y sombras sobre la memoria colectiva. En la última etapa de su vida llegó a reconciliarse consigo mismo.

William Jonny Aguilar Pérez nació en Oruro el 27 de junio de 1957 y falleció en Cochabamba el 12 de septiembre de 2024. Su vida la consagró a las letras, llevaba el alma de un “escritor revolucionario”. Su arma siempre fue su poesía, también su refugio. Allí supo convivir con sus pensamientos y sus reflexiones, en medio de un gran sentido del humor e ironía. Estaba rumbo al desarrollo de un nuevo idioma poético, adecuado al contexto donde vivió, “el mundo quechua” y el andamiaje entre la cosmovisión andina, y la cruda realidad social e injusta. Fue solidario con el mundo cultural, apoyaba todo emprendimiento.

Con este afán, cierto día me escribió “(…) Amiga poeta, apoya a los “PURISKIRIS”, ellos nacieron musicalmente en Tiquipaya, centro geo armónico de Bolivia, en las faldas del Tata Tunari. Fieles a su nombre trajinan por el tejido andino en busca de los mitos fundacionales, caminan tras las huellas de nuestros ancestros en busca del sereno, soplan sus ajayus junto al viento de las montañas, armonizan las cañas de bambú para convertirlas en zampoñas, trajinan las rutas de la memoria de los abuelos, escudriñan apachetas en la Ruta del Inca. Nueva generación de trotamundos, andariegos, trashumantes. Jóvenes que de manera natural, sin poses, apasionadamente han decidido unir sus ajayus para restaurar la música ancestral a través de la crianza de la vida. Vallunadas, sikureadas de Tapacarí, sikureadas de Rakaypampa, pinquilladas, tabla sikus paceños son los ritmos ancestrales que interpretan siguiendo, humildemente, los cauces de la creación comunitaria. Jallalla Tapacarí, nido del hombre ¡HASTA LA LOCURA FINAL! (…)”.

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‘Polvorín’ nos ha heredado cerca de una veintena de libros con valiosos escritos que traslucen nuestra vida cotidiana, nuestra realidad, muchas veces adversa, y muy difícil, con lo que pasó a la inmortalidad. Su paso por la vida no quedará jamás en el olvido, pues quien quiera conocerlo lo hará a través de su legado literario, que goza de alta identidad cultural boliviana. Su obra trae fabulosos poemas, a su estilo “incendiarios”.

Compartí con ‘Polvorín’ el gusto por Federico García Lorca, poeta de la generación del 27. Cierto día me dijo: “Compañera poeta: comparto algunos poemas que me gustan de García Lorca … Gracias por motivarme … Llevaré a la tertulia de hoy estos poemas de este maravilloso poeta irreverente … Creo que será un buen tema para sazonar la noche … En la época que estuve destinado en el Liceo Militar en Sucre, tuve la oportunidad de escuchar la versión musical interpretada por la agrupación mexicana Bronco de la Casada infiel … Fue una jornada maravillosa, ellos aceptaron nuestra invitación a la Glorieta. Terminamos bebiendo tequila, recitando, y cantando poemas de Federico García Lorca (…)”.

La sala audiovisual, donde se proyectó el documental biográfico Santo de los malditos expuso varias de sus poesías, entre las que cito El Q’hatu de la Poesía (Confesiones la candela), Confieso que no estoy equivocado (Versos de los deshabitados); Aproximaciones al t’oqo (poemario Blasfemia k’ochala); Brindemos (poemario Retazos de piel) y El amor de un chofer (Memoria popular). 

Les alcanzo algunos fragmentos de sus poemas:

El amor de un chofer

Desde el día en que me alumbraste con tus faroles

se encendió

la llave de contacto de mi pecho

hizo arder

la gasolina de mis ilusiones...

Polleras al viento

Arrollando versos estoy en la madrugada

acullicando silencios congojas contemplaciones

tajo mi lápiz en el lado más oscuro del planeta

robo una hoja verde otra en blanco a un árbol del chijchi

Brindemos

Porque nunca nos enamoremos 

y si nos enamoramos

brindemos

porque jamás nos casemos

y si nos casamos

brindemos

porque nunca nos traicionemos

y si nos traicionamos

brindemos

porque jamás nos enteremos

y si nos enteramos

brindemos

porque nuestros hijos se parezcan

a nuestros mejores amigos ...

 

Escrito por Carola Campos Lora (*) para el suplemento Crónicas del periódico Ahora El Pueblo
*Master en Gestión de la Documentación y Archivística, Universidad Internacional de Andalucía La Rábida. Docente de posgrado de la Universidad Mayor de San Andrés.

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