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De una épica batalla nació la República de Bolívar

El choque en Ayacucho, gigantesco en aquellos tiempos, no duró sino tres o cuatro horas.

Las cartas, durante la larga guerra de independencia, constituían el elemento de mayor importancia, ya que no existía otra forma de comunicación a distancia. Ellas indicaban los movimientos militares, los planes o los puntos de vista internos e internacionales, revelaban el criterio sobre las personas, relataban el amor, difundían doctrinas.

Las comunicaciones, como se las llamaba en la época, eran un elemento más en la compleja maquinaria de la guerra. Una de ellas, remitida por el Libertador Simón Bolívar al general Antonio José de Sucre en abril de 1824, desencadenó una serie de sucesos que provocarían el choque desigual de dos grandes ejércitos, la desaparición del Virreinato del Perú, la libertad definitiva de las Américas y el surgimiento de un nuevo Estado: la República Bolívar.

Rebelión de Olañeta

Al comenzar 1824, todo el ejército realista del Alto Perú de 4.000 hombres se sublevó junto al caudillo absolutista español Pedro Antonio Olañeta contra el virrey del Perú, José de la Serna, luego de saberse que en España había caído el gobierno constitucional.

Olañeta ordenó el ataque de los realistas altoperuanos contra los constitucionales del virreinato peruano. La Serna cambió sus planes de batir a Bolívar, y mandó a Jerónimo Valdés con una fuerza de 5.000 veteranos a cruzar el río Desaguadero, lo que se llevó a cabo el 22 de enero de 1824, para dirigirlo a Potosí contra su antiguo subordinado.

El ejército español se hallaba dividido y desmontado en su aparato defensivo con 9.000 combatientes luchando entre sí en el Alto Perú. 9.000 soldados menos para la resistencia contra Bolívar.

A la caza de Canterac

Fue en esas circunstancias que Sucre recibió instrucciones terminantes de Bolívar.

“A consecuencia de todo esto, yo pienso que debemos movernos en todo el mes de mayo contra Jauja a buscar a (José de) Canterac, que no nos puede resistir”, le decía el Libertador al general venezolano.

Jauja está detrás del macizo de los Andes, en el mismo paralelo de Lima y en la altiplanicie. En mayo marchará Sucre. La carta es de abril de 1824.

La más grande dificultad para la marcha del ejército libertador era el mal estado de los caminos, pues llovía mucho, y el escaso alimento para los hombres, los caballos y el ganado.

“No permita usted —le decía Bolívar a Sucre en la comunicación— que los caballos se hierren con las herraduras que se han mandado porque los clavos no valen nada, nada. Los caballos buenos, útiles, que se vayan engordando con cebada”.

Simon Boliva 0624

Sucre, en la altiplanicie ya, detrás de la Cordillera Blanca, se ocupó en preparar la vía para los ejércitos que iban a atravesarla pronto.

La Cordillera Blanca es en esa parte uno de los cordones de los Andes más elevados, más abruptos y más desprovistos de recursos. Sus pasos son estrechos senderos, pendientes y roca resbaladiza, bordeados por profundos precipicios, cortados por los cauces de los arroyos y con frecuentes estrechuras por donde solo puede transitar un hombre.

Sucre hizo componer los pasos más difíciles, construyó puentes; de trecho en trecho situó una suerte de tambos, que los indígenas de la región llamaban pascanas, con víveres y forraje. Con gran juicio adoptó disposiciones para facilitar la marcha del ejército a Pasco, distante cerca de 200 leguas de Cajamarca por el terreno más áspero del montañoso país.

Era su propósito que las fuerzas llegasen en lo posible intactas: podía presentarse una batalla en cualquier momento.

A la caza de Sucre

El ejército español, dirigido por el virrey José de La Serna y los generales José Canterac y Jerónimo Valdés, que había retornado de su expedición contra Pedro Antonio Olañeta, se había puesto en camino, en busca de los republicanos de Sucre. Corría el mes de octubre de 1824.

Las avanzadas y servicios de exploración de los independentistas descubrieron esos movimientos a tiempo, pero cuando ya esos cuerpos, de más de 10 mil hombres, iban aproximándose a Andahuaylas, donde se habían detenido las fuerzas de Sucre.

Como La Serna iba en dirección de sur a norte, los de Sucre tomaron ese mismo rumbo, acercándose cada día más.

El general cumanés, en presencia de las nuevas circunstancias, pidió a Bolívar instrucciones, y exigió que se le permitiese librar batalla. El Libertador autorizó el choque, cualesquiera que fuesen los resultados.

La nota la leyó Sucre cinco días antes de la Batalla de Ayacucho.

El 30 de noviembre, en esa inminencia de choque en que iban todos, el general español Valdés cantó victoria. Había desplegado un movimiento envolvente, situándose en la retaguardia de los republicanos. Al pasar el río Pampas, estos quedarían entre dos fuegos.

He aquí lo que dijo Valdés: “Hemos terminado la campaña tan felizmente como no se ha visto jamás terminar ninguna; aturdido Sucre con nuestro movimiento envolvente, se ha metido donde no le es posible salir”.

Mientras los españoles cantaban victoria, Sucre atravesaba el río, protegido por las sombras. Valdés no creyó que se podía caminar por la noche en aquellas zonas y quedó burlado.

Dos ejércitos se miden

Luego de esta maniobra en falso del general Valdés, los dos ejércitos fueron avanzando rumbo al norte en dos líneas paralelas que no tenían una separación de más de 10 kilómetros.

Los pelotones de vanguardia vigilaban estrechamente y daban cuenta del más leve incidente del ejército contrario. En cualquier momento llegaría la colisión; acababa de comenzar el mes de diciembre de 1824.

Sucre sentía la conciencia del triunfo. Presentó batalla el día 2, el día 3, sin que se le aceptara el reto.

Buscaban los españoles un golpe sorpresivo que debilitara las fuerzas enemigas. Y la dieron ese día 3, al atravesar los de Sucre la quebrada de Collpahuaico. A las tropas españolas se las veía quietas, hacia el lado izquierdo. Nada sucedió mientras pasaron las divisiones de los generales José Córdova y José La Mar. De pronto, una columna enemiga, que había caminado por detrás de las lomas ocultamente, cayó sobre los batallones Vargas, Vencedor y Rifles, que venía a retaguardia.

Aparece aquí la serenidad del general Sucre, quien ordena que las unidades que habían logrado cruzar ya la quebrada prosigan la marcha.

El mando de Sucre impidió el desastre. En la sorpresa perdieron los independientes más de 300 hombres, parque de campaña y una pieza de artillería.

¿Ganaron algo? Sucre lo dijo: Este choque hizo creer a los españoles que los republicanos se hallaban gravemente lesionados; por lo mismo, decidieron empeñar la batalla cuanto antes.

En los días siguientes, hasta el 8 de diciembre, los realistas hicieron un movimiento rápido y se situaron en lo alto del cerro Condorcunca, al cabo de cuya falda de suave plano inclinado se extiende la planicie de Ayacucho. En el pueblecillo vecino Quinua, donde trataban de dormir los republicanos, discurren silenciosamente las plegarias y las maldiciones.

Durante toda la noche, pequeñas guerrillas disparan, casi sin cesar, para impedir que los españoles cambien de localización.

Ayacucho, la Gran Batalla

El choque en Ayacucho —gigantesco en aquellos tiempos— no duró sino tres o cuatro horas.

Sucre estaba en grave desventaja con una diferencia de 3.500 combatientes en su contra: los hispanos se presentaron con más de 9.300, y él no disponía sino de 5.780.

Sucre arengó a sus hombres: “De los esfuerzos de hoy pende la suerte de la América del Sur. Soldados: Otro día de gloria va a coronar vuestra admirable constancia”.

Valdés, valeroso y hábil general asturiano, dirige la batalla de la otra parte.

El plan estratégico de Sucre se condensa así: “Atacar a fondo al enemigo, destrozando una después de otra las columnas que vayan bajando del cerro, sin permitirles desplegarse en la llanura; compensaba así la peligrosísima inferioridad numérica de sus batallones”.

Valdés piensa de otra manera: “Me situaré al otro lado de la barranca. Conseguido eso, dentro de dos horas quedará todo concluido, pues tomaremos al enemigo entre dos fuegos”.

Ambos cumplieron su plan. Pero Sucre no se fió de ninguna contingencia y obtuvo la victoria. Su sabia táctica ha quedado como modelo de arte militar en las guerras de aquellos tiempos.

Con la Batalla de Ayacucho se cerró el proceso de independencia de todo el continente.

De Sucre a Bolívar

Dos cartas, una tras otra, escribió Sucre al Libertador para comunicarle la victoria. La primera no entra en detalles. La segunda, más austera, señala pormenores y presenta una petición de carácter personal.

Dice la primera: “El campo de batalla ha decidido, por fin, que el Perú corresponde a los hijos de la gloria. Los últimos restos del poder español en América han expirado el 9 de diciembre en este campo afortunado”.

Se cree que la primera debió de ser redactada por otro y firmada por Sucre.

La otra carta señala más detalles de la acción. Aquí ya hay una redacción directa de Sucre.

“He creído de justicia —dice— conceder algunos grados. No he podido renunciar a los premios debidos a aquellos que han dado en una batalla la libertad al Perú y la paz a la América. Por premio para mí, pido a usted me conserve su amistad”.

Luego de la victoria, Bolívar elevó inmediatamente a Sucre, que está para cumplir apenas los 30 años, al rango de Gran Mariscal; confirmó todos los ascensos determinados por Sucre.

República Bolívar

El Libertador poco después —10 de abril de 1825— salió de Lima con su Estado Mayor a recorrer las regiones independizadas.

Sucre también emprende el camino hacia las zonas liberadas. Cruza el Desaguadero con el ejército libertador y el 7 de febrero de 1825 entran a La Paz, bajo aclamaciones multitudinarias.

Por la noche se sirvió un banquete en honor de Sucre y sus oficiales.

Dos días después, el 9 de febrero de 1825, cumple el Gran Mariscal un acto trascendente: redacta y firma el decreto por el cual convoca a Asamblea de diputados de las cuatro provincias altoperuanas, a fin de que en ella se decida el destino que ha de tomar la región.

No ha sido expresamente autorizado para ello por Bolívar, Presidente dictatorial del Perú, e ignora lo que piense la Argentina.

Asume, sin embargo, las consecuencias de su paso por la zona liberada, y cita al extraordinario cónclave, de donde va a emerger una nación más en América que se denominará República Bolívar, en homenaje a su Libertador.

La Paz/AEP


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