La determinación del Presidente y el apoyo inmediato que recibió de la población derivó en el fracaso del plan de Zúñiga, de romper el orden democrático de Bolivia.
La tarde del 26 de junio de 2024, una tropa de militares sublevados liderados por el general Juan José Zúñiga rompió la tranquilidad al ingresar al centro político del país, la plaza Murillo, con tanquetas y armas.
Mientras la ciudadanía paceña se trasladaba al kilómetro cero, plaza Murillo de La Paz, para rechazar el golpe y otros se mostraban escépticos, una tanqueta abrió, a fuerza de golpe, la puerta del Palacio Quemado para que Zúñiga ingrese a la casa de gobierno.
Las imágenes de un tanque embistiendo las puertas del Palacio se transmitían en directo por todos los canales de televisión. En ese instante, el presidente Luis Arce, desde el piso 22 de la Casa Grande del Pueblo, sede de la Presidencia del Estado y contiguo al Palacio Quemado, tomaba una decisión que cambiaría el curso de los acontecimientos.
Arce, su círculo de confianza y su equipo de seguridad observaban con preocupación el despliegue militar.
La tensión era palpable. Los protocolos de seguridad dictaban una evacuación inmediata, pero el mandatario, en un gesto que definiría las horas siguientes, se negó rotundamente.
“Esto no puede ser, tenemos que bajar a enfrentarlo, saber qué locura está haciendo”, dijo el Jefe de Estado a su círculo más cercano, desafiando las recomendaciones de su cuerpo de seguridad y las súplicas de sus ministros. Con determinación, solicitó el Bastón de Mando, símbolo de su autoridad como Capitán General de las Fuerzas Armadas, rechazando incluso la protección de un chaleco antibalas.
Así descendió al tercer piso, con el Bastón en la mano, y se dirigió hacia la entrada del viejo Palacio. El mandatario, con el vicepresidente David Choquehuanca y la ministra de la Presidencia, María Nela Prada, a su lado, se enfrentó al general que llevaba encima de su uniforme un chaleco resistente a las balas.
Cara a cara
Allí se encontró cara a cara con el general Zúñiga y los comandantes de la Armada y la Fuerza Aérea. En tanto Prada increpa a Zúñiga. Había tensión. Se definía, en ese crucial momento, el éxito o el fracaso del golpe.
Arce se dirige al entonces al líder del golpe.
—¡Cuidado estén haciendo un golpe contra el pueblo boliviano! ¡No te lo voy a permitir! Si usted se respeta como militar, ¡repliegue todas sus fuerzas en este momento! —dijo el presidente con voz firme sobreponiéndose al caos, en su condición de Capitán General de las Fuerzas Armadas.
—¡Es una orden!
—¿No me va a hacer caso? —demandó el Jefe de Estado.
—No —respondió Zúñiga.
Entonces, Arce se dirige a los otros dos jefes militares que acompañaban Zúñiga. El comandante de la Fuerza Aérea, general Marcelo Javier Zegarra, vaciló y aclaró al Jefe de Estado que no era parte de la operación militar. Este momento de duda proporcionó a Arce la oportunidad de dialogar y persuadir.
Zúñiga y sus tropas finalmente abandonaron el Palacio Quemado y se retiraron de la plaza Murillo. La gente que repudiaba el hecho se concentró frente al Palacio Quemado para vitorear al presidente Arce, quien desde el balcón del Palacio Quemado expresó: “No nos hemos ido, nos hemos mantenido en la Casa Grande del Pueblo, donde ustedes nos pusieron, porque los únicos que nos pueden sacar de aquí son ustedes”.
“¡Lucho, no estás solo!”, “¡Los golpistas no pasarán!”: Los gritos de apoyo que recibió el Presidente
“Los golpistas no pasarán”, “Democracia sí, dictadura no”, fueron algunos de los gritos al unísono que se escucharon con fervor de miles de personas que se dieron cita la tarde del 26 de junio a la plaza Murillo de La Paz, centro del poder político del país, luego de conocer que una cuadrilla militar se había apostado con tanquetas y soldados para romper el orden constitucional.
El grupo de militares era liderado por el general Juan José Zúñiga, quien luego de ser destituido como comandante del Ejército por sus polémicas declaraciones, tomó la plaza Murillo, con una tanqueta golpeó la puerta del Palacio Quemado para ingresar —por este edificio antiguo— a la Casa Grande del Pueblo, donde se encontraba el presidente Luis Arce, quien mediante sus redes sociales denunció el movimiento irregular del Ejército y llamó al pueblo a movilizarse.
El llamado fue escuchado e inmediatamente personas cercanas, dirigentes de organizaciones sociales como la CSUTCB, interculturales y otros se reunieron alrededor de la plaza Murillo para enfrentar a la tropa de soldados que se había sublevado.
“Nunca más golpe de Estado”, “Nunca más 2019”, comenzó a gritar la gente a los soldados apostados con tanquetas en cada esquina de la plaza Murillo, pues aquel episodio trajo a la mente la ruptura del orden en el país cuando policías y militares se dieron la vuelta para respaldar al gobierno de facto de Jeanine Añez.
Lo mismo pasó en otros departamentos, la Central Obrera Boliviana (COB) instaló una huelga de hambre, y en El Alto las organizaciones bloquearon las vías para impedir que lleguen las tanquetas desde Viacha.
Arce agradeció el coraje del pueblo boliviano, que no solo se movilizó en la ciudad de La Paz, sino en todo el país.
También agradeció a los militares que se mantuvieron firmes ante el peligro que constituía el golpe fallido de Zúñiga para la democracia de Bolivia. “Queremos destacar el coraje del pueblo boliviano. ¡Nada sin el pueblo!”, expresó.
Luego de frustrar el golpe fallido, Arce se dirigió a las miles de personas acompañado por el vicepresidente David Choquehuanca y por algunos de sus ministros, además de las organizaciones matrices de Bolivia, como la CSUTCB. “No nos hemos ido, nos henos mantenido en la Casa Grande del Pueblo”, dijo.
A lo que el pueblo respondió: “¡Lucho no se escapa! ¡Lucho no se escapa!” y “¡Los golpistas no pasarán!”.
Luego se desarrollaron otras movilizaciones masivas para decirle al mundo que las organizaciones están en pie de lucha para defender la democracia.
Arce recibió el apoyo total de los presidentes que condenaron la sublevación militar
El fallido golpe en contra del presidente Luis Arce recibió el repudio internacional y generó muestras de solidaridad de mandatarios de Estado hacia el Gobierno nacional y la primera autoridad del país.
Uno de los primeros en reprochar la actitud antidemocrática fue el presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva.
“Condenamos cualquier forma de golpe de Estado en Bolivia y reafirmamos nuestro compromiso con el pueblo y la democracia de nuestro hermano país, presidido por @LuchoXBolivia”, escribió en su cuenta en X.
Los presidentes de Paraguay, México, Chile y otros también censuraron la sublevación militar en Bolivia.
“Condenamos enérgicamente la inaceptable acción de fuerza de un sector del ejército de ese país. No podemos tolerar ningún quebrantamiento del orden constitucional legítimo en Bolivia o en cualquier otro lugar”, dijo el presidente chileno Gabriel Boric.
Mientras el mandatario de Paraguay, Santiago Peña, llamaba de manera enérgica a respetar la democracia y el Estado de Derecho en Bolivia.
Organismos internacionales se sumaron al repudio contra cualquier intento de golpe y respaldaron al presidente Arce.
La Organización de Estados Americanos (OEA), en su 54 Asamblea General en Paraguay, aprobó una resolución por aclamación, en la que condena “enérgicamente el despliegue ilegal de unidades del Ejército”. La Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América - Tratado de Comercio de los Pueblos (ALBA-TCP) repudió de forma categórica el golpe de Estado fallido en el país.
La Paz/AEP