El bombero perdió la vida tras 23 días de lucha contra las graves heridas que sufrió en una explosión mientras sofocaba un incendio en Santa Cruz.
El último adiós al sargento Abel Chilca estuvo marcado por el dolor, el respeto y la gratitud hacia un servidor público que entregó su vida en el cumplimiento del deber. Este lunes, en el Cementerio General de Oruro, familiares, amigos y camaradas de la Policía rindieron homenaje a quien en vida fue un bombero comprometido con la protección de la ciudadanía.
Chilca falleció tras permanecer internado en un hospital de Santa Cruz, donde batalló durante más de tres semanas contra las heridas provocadas por una explosión registrada en una fábrica mientras combatía un incendio de gran magnitud. Un paro cardiaco apagó su vida, dejando luto en la institución policial y en la sociedad que valoró su entrega.
El cortejo fúnebre avanzó en medio de aplausos, lágrimas y banderas de la institución verde olivo que cubrían su féretro. Sus compañeros lo recordaron como un joven alegre, disciplinado, lleno de sueños y con una profunda vocación de servicio. “Murió como vivió, sirviendo a los demás”, expresó uno de sus camaradas, mientras que sus otros compañeros renovaron su compromiso de seguir trabajando con el mismo coraje que caracterizó a Chilca.
La partida del sargento deja una huella imborrable en la memoria colectiva. Su sacrificio se convierte en símbolo del riesgo permanente al que se enfrentan los bomberos cuando acuden a resguardar la vida de otros, incluso a costa de la suya
AEP
