Amparo Carvajal es una octogenaria activista española que, aunque permanece en Bolivia por más de medio siglo, no quiso la nacionalidad boliviana y ahora intenta apropiarse indebidamente de la representación nacional nada menos que de los derechos humanos.
Incitada por la derecha torpe y golpista, la anciana hizo el ridículo mundial trepando en una endeble escalera para acomodarse en una terraza al aire libre e intentar, con ese imprudente acto, retomar el control de la sede de la Asamblea Permanente de Derechos Humanos de Bolivia, que le disputa a otro colectivo nacional.
Carvajal ha querido inmortalizar su hazaña trepada en una escalera, pero será recordada en el país por la defensa de un régimen de facto que asesinó a 36 personas inocentes y desarmadas, persiguió a miles y encarceló a cientos de ciudadanos bolivianos.
Ella pisoteó tanto como Jeanine Añez el derecho a la vida, a la educación, al trabajo, a la salud y a la libertad.
La supuesta defensora de los derechos humanos intentó también anular la libertad de expresión de un medio de comunicación.
La defensa de la ciudadana española solicitó vía judicial se prohíba al canal estatal Bolivia TV difundir información referida a la octogenaria activista.
La libertad de expresión está establecida en la Constitución Política de Bolivia, y la justicia, en ese marco, negó la absurda petición.
La supuesta defensora de los derechos humanos olvidó el artículo 19 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos: “Todo individuo tiene derecho a la libertad de opinión y de expresión; este derecho incluye el de no ser molestado a causa de sus opiniones, el de investigar y recibir informaciones y opiniones, y el de difundirlas, sin limitación de fronteras, por cualquier medio de expresión”.
Al parecer, a Amparo Carvajal sólo le interesa apoyarse en su avanzada edad para atraer sensibilidades, prestarse a una puesta de escena, seguir el guión político de quienes masacraron en Senkata y Sacaba y erigirse como víctima.
Pero la anciana española se equivoca. Ya los bolivianos no se dejan engañar con espejitos ni baratijas.