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Bolivia y China: puentes para el desarrollo

La relación bilateral entre Bolivia y China trasciende la mera diplomacia comercial para convertirse en un verdadero proyecto de transformación económica y geopolítica.

La reunión entre el presidente Luis Arce y el embajador chino Wang Liang confirma una alianza estratégica que promete redefinir el posicionamiento internacional de Bolivia.

Los datos son reveladores. En 2023, el intercambio comercial bilateral alcanzó los $us 2.596 millones, con un superávit histórico de $us 328 millones para Bolivia. Estas cifras no son simples números, sino la expresión concreta de una política exterior que busca diversificar mercados y reducir históricos condicionamientos económicos.

La agenda de trabajo abordada incluye dimensiones cruciales: integración, comercio, cooperación financiera, minería e industrialización.

Cada uno de estos ejes representa una oportunidad para que Bolivia transforme su tradicional rol de exportador de materias primas hacia una economía con mayor valor agregado.

Este contexto se potencia con dos acontecimientos geopolíticos fundamentales. Primero, a partir del 1 de enero de 2025, Bolivia ingresará formalmente a los Brics, bloque donde China tiene un rol protagónico, con el respaldo explícito de Rusia. La membresía no es casual, sino parte de una estrategia de reposicionamiento en el escenario internacional.

Segundo, el apoyo chino al Corredor Bioceánico —proyecto que conectará Brasil, Bolivia y el Pacífico con el Atlántico— representa posiblemente la iniciativa de infraestructura más importante para Sudamérica en las últimas décadas.

China no solo financia, sino que visualiza este corredor como parte de su megaproyecto de la Nueva Ruta de la Seda.

La reunión entre Arce y el embajador Wang Liang evidencia que estas relaciones superan lo coyuntural. Se trata de una visión de largo plazo donde Bolivia deja de ser un receptor pasivo de inversiones para convertirse en un socio estratégico.

El encuentro del 19 de noviembre en Río de Janeiro, en el marco de la Cumbre del G20, ya había sentado bases sólidas. La calificación de "fructífera" no es protocolar, sino el reconocimiento de convergencias profundas en la visión geopolítica.

China comprende que Bolivia no es solo un territorio con recursos, sino un actor con capacidad de transformación. La cooperación actual no es unilateral, sino un diálogo entre economías emergentes que buscan reescribir las reglas del comercio internacional.

La integración propuesta va más allá de los intercambios comerciales. Representa un modelo de relacionamiento Sur-Sur, donde la complementariedad, y no la subordinación, marca la pauta. Bolivia avanza así hacia una inserción internacional soberana, con China como un aliado estratégico fundamental.


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