El 15 de noviembre de 2019, la entonces canciller del gobierno de facto de Jeanine Añez —que ya habiendo usurpado el poder le quedaba como única función el convocar a elecciones generales a la brevedad posible, pero se tomó otras atribuciones—, Karen Longaric, anunciaba la ruptura de las relaciones diplomáticas con el hermano país de Venezuela bajo el argumento de un supuesto “atentado contra la seguridad interna”.
Por si fuera poco, en aquella oportunidad, también anunciaba la decisión de abandonar la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América-Tratado de Comercio de los Pueblos (ALBA-TCP), la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac) y la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur), en desmedro de los procesos de integración regional, haciendo prevalecer intereses netamente políticos.
Pero, en el caso particular de Venezuela, país con el que el Estado Plurinacional sostiene relaciones bilaterales por casi 140 años, desde septiembre de 1883, cuyo origen se remonta a los gobiernos de Narciso Campero Leyes (Bolivia) y Antonio Guzmán Blanco (Venezuela), en las últimas décadas, particularmente, se consolidó un nivel de relacionamiento muy estrecho, siendo dos naciones hermanas que comparten ideología y que ya fueron encaminando acuerdos comerciales, energéticos, de seguridad y defensa, además de las relaciones políticas y sociales, las cuales, lastimosamente, como se señaló anteriormente, fueron interrumpidas abruptamente por el régimen de Añez.
No obstante, para bien del proceso integracional, el jueves pasado Bolivia y Venezuela volvieron a trazar una agenda bilateral basada en 13 acuerdos sustanciales para el desarrollo estratégico.
En la ocasión, el presidente Luis Arce, acompañado del canciller Rogelio Mayta y una delegación boliviana, viajó a Venezuela para reunirse con su homólogo Nicolás Maduro a fin de reencaminar la relación entre ambos países hermanos.
Los 13 acuerdos suscritos, sin duda, vislumbran un panorama prometedor para ambas naciones en cuanto a cooperación, ya que abordan diversos campos, como el energético, para promover un impulso en materia de hidrocarburos; colaboración informativa; recuperación del patrimonio cultural; servicios aéreos para promover el turismo; intercambios en el ámbito educativo; formación posgradual en Medicina, entre otros.
Fortalecer la cooperación regional y estrechar los lazos entre países hermanos es de vital importancia, más aún en este contexto en el que se requiere planificación conjunta para hacer frente a la crisis que está atravesando el mundo, como ocurre, por ejemplo, en el aspecto económico, debido a los efectos de la pandemia, la guerra entre Rusia y Ucrania, entre otros.