Hace unos días la Organización Mundial de la Salud (OMS) declaró el fin de la emergencia sanitaria global por el Covid-19, aunque cada país debe organizarse para seguir combatiendo la enfermedad que ahora es una endemia, y que desde hace algo más de tres años se cobró la vida de 20 millones de personas en el mundo.
En Bolivia, los primeros casos se confirmaron el 10 de marzo de 2020, cuando no se conocía nada del virus y tampoco se tenían las armas para hacerle frente, hecho que era común en el mundo entero.
De la cifra total de fallecidos, más de 22 mil decesos se registraron en el territorio nacional, y a la fecha se contabilizan 1,2 millones de contagios, según datos oficiales.
Para nadie es desconocido que la mayoría de los migrantes del campo hacia las grandes ciudades llevaban a sus muertos a sus pueblos, por las duras restricciones que había en las ciudades capitales. Aun así, tuvieron que ocultar a sus deudos en sus propios pueblos por el temor que provocaba el caso en el área rural del país.
Los entierros de madrugada o simplemente anónimos serían reconocidos meses después. El Cementerio General en la sede de gobierno rebasó toda su capacidad para albergar a los fallecidos por Covid-19 y ante la carencia de espacios se planificó levantar un cementerio exclusivo para estos casos en la zona de Pura Pura.
Fue de conocimiento público que la vecindad, venciendo el temor del contagio, se movilizó para impedir que se edifique un cementerio para los fallecidos de coronavirus. Durante un año, en 2020, la gente vivió atemorizada y enclaustrada, las actividades laborales se redujeron al mínimo y las sociales desaparecieron por unos 10 meses.
Eran tiempos en los que un barbijo que hoy tiene el precio de Bs 4 una caja, costaba hasta Bs 10 la unidad. Algunos sectores comerciales de La Paz vieron un inusitado crecimiento de su actividad, hoy esa “actividad” está languideciendo y en remate.
El 21 de marzo de 2021, después de un año de los estragos que causó la enfermedad, llegó el primer lote de vacunas, que marcó un paso histórico hacia el objetivo de controlar el Covid-19 y garantizar la distribución equitativa de las dosis en el mundo, en lo que sería la mayor operación de adquisición y suministro de vacunas de la historia.
A partir de esa fecha las cosas cambiaron en el país, pese a que el virus aún sembraba temor y dolor entre la población, ya se avanzaba hacia una normalidad que por entonces no se la visibilizaba, pero como no hay plazo que no se cumpla, llegó y se reinstaló entre todos.
Pero, ¿cuánto aprendimos de todo lo vivido?, ¿cuál es la enseñanza que nos dejaron esos aciagos días?
Por un lado, están las medidas de bioseguridad, el ser meticuloso con la limpieza personal y del hogar; por otro, las maneras de combatir la enfermedad recurriendo para ello a medicamentos caseros, a las plantas y hierbas que nos brinda la naturaleza.
Sin embargo, hay un aspecto no menos importante y es el desarrollo de valores como la solidaridad, la paciencia, la generosidad, la empatía, entre otros, los que durante la pandemia salieron a flote; aunque no en todos, pues existieron hechos de discriminación y poca colaboración hacia quienes padecían el mal.
Es fundamental que estos valores permanezcan y cada día se enraícen más en los seres humanos, pues de eso depende una convivencia armónica y con menos problemas entre quienes habitan Bolivia.