Este 10 de mayo, como cada año, se celebra el Día del Periodista Boliviano, instituido en 1938 mediante decreto supremo durante el gobierno de Germán Busch, en reconocimiento a la noble labor que desarrolla el gremio.
El periodismo, más allá de ser una profesión, es una pasión que se lleva dentro, alimentada por un amplio compromiso social, por una inusitada curiosidad sobre los hechos y, principalmente, por una necesidad incesante de comunicar. Sin duda es un oficio noble, tanto que se fundamenta en un trabajo en beneficio de la colectividad, de la población, lo que lleva a desprendernos de las individualidades y anteponer los intereses del conjunto, incluso sobre nuestras prioridades más personales.
En lluvia o en calor, de día o de noche, en domingo o en feriado, en el Día del Padre/Madre o en Navidad, el periodista está detrás de la información que nunca se detiene, porque se mueve con el paso de la vida misma.
Esta labor, tan sacrificada y muchas veces mal pagada, tiene un sinfín de altibajos y conlleva muchos riesgos, requiere de dedicación y gran esfuerzo; pero, al final del día, la recompensa es grande, el haberle dado voz a los sin voz, haber denunciado un ilícito en búsqueda de justicia, haber relatado la historia de un héroe invisibilizado son acciones que te convencen de haber elegido el camino correcto.
En el país, el periodismo se desarrolla con total libertad, el Estado brinda las garantías para el ejercicio pleno de la libertad de expresión y de información, que se sustentan en la Constitución, y esta es una conquista que debe ser celebrada.
Lamentablemente, durante 2020, con el gobierno de facto hubo un quiebre respecto a las libertades y garantías para el ejercicio periodístico. Amenazas como las vertidas por la entonces ministra de Comunicación, Roxana Lizárraga, quien señalaba que se “va a actuar conforme a ley” en contra de “periodistas o pseudoperiodistas que estén haciendo sedición”, y que “también la libertad de expresión tiene sus límites", quedaron marcadas en la memoria de muchos colegas del gremio, bolivianos e incluso extranjeros, que se vieron hostigados por el solo hecho de cumplir su trabajo.
Pero las cosas han cambiado, y hoy nos queda celebrar el ejercicio de esta noble profesión en libertad, sin amenazas, para así continuar contribuyendo a la sociedad con información responsable, veraz, que ayude a la construcción del país en un ambiente de certidumbre. Por ello solo resta decir: felicidades y gracias, hermanas y hermanos periodistas.