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Cuatro años de gestión

Cuando el 8 de noviembre el gobierno del presidente Luis Arce cumpla cuatro años de gestión, la historia registrará un periodo marcado no solo por desafíos sin precedentes, sino también por una notable capacidad de resiliencia institucional y determinación para mantener el rumbo del desarrollo nacional frente a múltiples adversidades.

El camino no ha sido fácil. Heredero de una economía golpeada por la pandemia de Covid-19, el gobierno de Arce logró lo que parecía imposible: una recuperación económica sostenida que devolvió la estabilidad a un país que había visto tambalearse sus fundamentos macroeconómicos durante la crisis sanitaria.

Esta recuperación, lejos de ser un accidente estadístico, fue el resultado de políticas económicas coherentes y una visión clara del desarrollo nacional.

Sin embargo, el desafío más sorprendente y perturbador no provino de factores externos, sino de quien alguna vez fue aliado político.

El expresidente Evo Morales, en un giro que roza lo tragicómico, ha intentado sistemáticamente descarrilar la gestión gubernamental a través de lo que puede interpretarse como un intento de golpe de Estado por desgaste, manifestado en bloqueos que han costado al país más de $us 2.000 millones en pérdidas económicas.

A pesar de este sabotaje interno —que incluye el bloqueo legislativo de créditos externos por más de $us 1.000 millones para obras de desarrollo— el gobierno de Arce ha mantenido su compromiso con la industrialización del país.

El ambicioso proyecto de construir más de 170 industrias para aprovechar el potencial productivo boliviano y reducir la dependencia de importaciones, incluyendo iniciativas estratégicas como las plantas de biodiésel, demuestra una visión de Estado que trasciende las pugnas políticas coyunturales.

La gestión de Arce ha debido enfrentar también desafíos imprevistos, como los devastadores incendios forestales que consumieron más de 9 millones de hectáreas de bosques y pastizales, requiriendo una respuesta rápida y efectiva que incluyó la contratación de aviones cisterna y la movilización de recursos de emergencia.

El contraste entre la actitud constructiva del Gobierno y el obstruccionismo de la oposición, particularmente del evismo, no podría ser más marcado.

Mientras el Ejecutivo busca soluciones a través del diálogo con sectores económicos para abordar problemas como la escasez de dólares, los opositores parecen más interesados en paralizar el país para satisfacer ambiciones personales y evadir responsabilidades legales.

La viceministra de Comunicación, Gabriela Alcón, lo resume con precisión cuando señala que "hay resultados, y la gestión no se ha detenido". Esta no es una declaración triunfalista, sino la constatación de una realidad: a pesar de las crisis internacionales y el boicot interno, la Bolivia del presidente Arce sigue avanzando.

Al cumplirse estos cuatro años, el balance muestra un gobierno que ha sabido navegar entre tormentas sin perder el rumbo.

La recuperación pospandemia, el avance en proyectos de industrialización, y la capacidad de mantener la estabilidad institucional frente a intentos de desestabilización, son logros que cobran mayor relevancia cuando se consideran las circunstancias adversas en las que se han conseguido.

El desafío hacia adelante será mantener este rumbo de desarrollo y construcción nacional frente a quienes, por razones personales o políticas, parecen preferir ver fracasar el país antes que admitir el éxito de una gestión que no controlan.

La historia juzgará con dureza a quienes, habiendo tenido la oportunidad de contribuir al desarrollo nacional, optaron por el camino de la obstaculización y el sabotaje.

Mientras tanto, el gobierno de Arce demuestra que es posible gobernar con visión de Estado, incluso cuando las turbulencias políticas amenazan con descarrilar el proyecto nacional. Es una lección de resiliencia que merece ser reconocida, más allá de las simpatías o antipatías políticas.


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