El 28 de julio de 2010, la Asamblea General de las Naciones Unidas adoptó una resolución histórica que reconoce el acceso al agua potable y al saneamiento como un derecho humano esencial para el pleno disfrute de la vida y de todos los derechos humanos.
El haber declarado derecho universal el acceso al agua potable y al saneamiento representa un triunfo de los pueblos del mundo porque ese elemento, vital para la vida misma, no puede ser de negocio privado sino de servicio público.
Si la comunidad internacional considera plenamente que el agua es un derecho humano y no un negocio privado, no es comprensible por qué el alcalde paceño Iván Arias plantea una sancionatoria alza de tarifas en vez de incentivos para cuidar el líquido elemento.
Quizá Arias desconoce que es tema del pasado el tarifazo al usuario.
Como una conquista de las luchas sociales, Bolivia, en Sudamérica y el mundo, está entre los pocos países que han incluido en su Constitución Política el derecho al agua.
Bolivia vive un momento trascendental en su historia y ya no permitirá la mercantilización del agua, la mercantilización de la vida.
En la memoria colectiva está aún latente la Guerra del Agua en Cochabamba, que se produjo a comienzos del siglo XXI. En el gobierno de Hugo Banzer la Superintendencia del sector avaló el “tarifazo” impuesto por el consorcio Aguas del Tunari, encargado de ejecutar el Proyecto Múltiple Misicuni.
El incremento en las tarifas por el servicio osciló entre 30 y 300 por ciento.
La resistencia ciudadana organizada para oponerse al incremento de las tarifas de agua potable fue calificada por el gobierno de Hugo Banzer como “un atentado contra la democracia” y la acusó de estar financiada por el narcotráfico.
En los primeros meses de 2000 prosiguió la ola de protestas y bloqueos a pesar de que fueron reprimidos en forma violenta por la Policía. El conflicto se zanjó con dos muertos por impacto de bala, 47 heridos, más de 200 detenidos y el retiro de Bolivia de la empresa Aguas del Tunari, subsidiaria de la gigante transnacional Bechtel.
En Cochabamba la población se levantó contra una de las corporaciones más poderosas del mundo y recuperó un bien básico: el agua.
Esa lucha del pueblo de Cochabamba fue fundamental para hacer entender al mundo que el agua es vida.
Esa es una lección que el alcalde Iván Arias no debe olvidar si peregrinamente se le ocurre subir tarifas por el agua.