Lo dijo el presidente Donald Trump en 2017: “Estados Unidos es de lejos el mayor consumidor de drogas opiáceas (incluida la heroína) y más pastillas por persona que cualquier otro país del mundo, de lejos". La crisis de consumo de drogas, agregó, es la peor de la historia de Estados Unidos. La epidemia de opioides ha afectado a millones de personas en ese país y se estima que más de 800 mil personas han muerto por una sobredosis de estas sustancias.
A pesar de esa frágil situación, la Casa Blanca continúa con una medida obsoleta e inútil como es la calificación de Descertificación o Certificación a otros países en la lucha contra las drogas.
Para afrontar el problema de la demanda, Estados Unidos no tiene otra opción que trabajar con otros países para encarar el problema de las drogas de forma integral, pero opta por el chantaje y la descalificación.
El Gobierno socialista de Bolivia le ha respondido a la administración de Joe Biden que la Descertificación al país es unilateral y sin sustento técnico.
Bolivia ha dejado claro que, como miembro de la Comisión de Estupefacientes de las Naciones Unidas, el único organismo certificado para la evaluación de las políticas antidroga en el ámbito internacional es la Junta Internacional de
Fiscalización de Estupefacientes de las Naciones Unidas.
Con esa tajante respuesta, la administración de Luis Arce ha dicho que dejará de prestar atención a esa medida de corte imperialista.
Es más, el Ejecutivo de Luis Arce ha puesto el dedo en la llaga estadounidense: "En vez de atribuirse competencias que no le corresponden, debería tomar conciencia de lo que ocurre dentro su territorio en cuanto al consumo desmedido de drogas ilícitas que ocasiona un incremento descontrolado de la demanda internacional de estupefacientes”.
Lo que para Estados Unidos fue en algún momento motivo de orgullo ante la riqueza y las supuestas libertades, hoy el consumo interno de drogas ha convertido al país en un problema multifactorial que afecta a su sociedad en todas sus fibras sociales.
Estados Unidos intenta, con su ridícula Descertificación impuesta a países incómodos o la Certificación a sus aliados, encontrar afuera las soluciones que no puede encontrar adentro a medida que el sueño americano se va esfumando y las oportunidades se limitan.