El 9 de septiembre de 1932 se inició la Guerra del Chaco. El 9 de septiembre de ese aciago año se escribía la historia de la famosa batalla de Boquerón. Boquerón fue una epopeya en el sentido literal de la palabra: “Un poema que canta en estilo elevado las hazañas de un héroe o un hecho grandioso”.
Durante 23 días, los regimientos Campos de La Paz y el 14º de Infantería de Oruro, con aproximadamente 600 hombres al mando del teniente coronel Manuel Marzana, rechazaron los repetidos ataques del ejército paraguayo que intentaba ocupar el fortín cercado con más de 18.000 soldados.
El combate dejó un saldo de más de 5.000 muertos del lado paraguayo y cerca de 150 hombres del lado boliviano.
La defensa de Boquerón fue alabada por el poeta Julio Díaz Arguedas como una de las acciones militares más heroicas de la historia de la humanidad.
La feroz batalla concluyó el 29 de septiembre de ese mismo año, marcando el punto de partida de una guerra que se extendería tres años más.
Las Fuerzas Armadas declararon el 9 de septiembre Día del Soldado Boliviano como un homenaje a los héroes de Boquerón, a los soldados anónimos, a todos aquellos jóvenes que ofrendaron su vida por defender nuestra libertad, nuestra independencia, nuestra patria.
Las Fuerzas Armadas tienen también el compromiso de la lealtad sin límites con el país, con sus ciudadanos. No pueden, no deben ser los masacradores del pueblo boliviano como ocurrió en una larga historia de golpes de Estado, como sucedió en septiembre y octubre de 2003, como aconteció en noviembre de 2019.
Recordar el Día del Soldado Boliviano no sólo es destacar el brillo de sus armas en la defensa del país, es también recordar la historia de una verdad que se quiere, que se intenta sepultar.
Los herederos de Boquerón mancillaron su uniforme no hace poco masacrando a civiles desarmados en Sacaba y Senkata.
Luis Arce, desde que asumió el mando de la nación por la vía democrática, devolvió la institucionalidad a las Fuerzas Armadas.
Los bolivianos esperamos que, desde los diferentes ámbitos de su responsabilidad, las instituciones castrenses no solo honren estrictamente el cumplimiento de la Constitución Política del Estado, sino que sirvan también a su pueblo.
