Desde que el Congreso peruano destituyó a Pedro Castillo el 7 de diciembre de 2022, Dina Boluarte vive momentos incómodos dentro y fuera de su país cuando asiste a eventos oficiales porque siempre hay alguien que grita “asesina”, “genocida”.
En Nueva York, Estados Unidos, un grupo de manifestantes la interrumpieron en eventos públicos y comenzaron a lanzar arengas en inglés y castellano en contra de su administración.
Los manifestantes condenaron a su gobierno y lo describieron como asesino, genocida e ilegítimo. "Fin al fascismo en Perú", "¿Cuántos muertos más quieren?", "Dina asesina" y "Todos somos Perú", señalaban pancartas contra Boluarte en las que había también decenas de fotografías de personas asesinadas después de la destitución de Castillo.
También se instalaron plantones en la ciudad estadounidense en los que la mandataria cumplía con su agenda.
Al menos 67 personas perdieron la vida durante las protestas que se desataron en Perú desde diciembre, apenas Boluarte llegó al poder después de la destitución de Pedro Castillo.
Según datos de la Defensoría del Pueblo, de esa cifra, 49 son civiles que murieron "en enfrentamientos", otros 11 "por hechos vinculados al bloqueo de vías", mientras que los siete restantes son miembros de las fuerzas del orden, un policía y seis militares que fallecieron en el contexto del conflicto.
Los gobiernos de izquierda de México, Colombia, Argentina, y Bolivia cerraron filas en defensa de Pedro Castillo y señalaron en su momento su injusta privación de libertad.
Castillo, desde el día de su elección, fue víctima de un hostigamiento antidemocrático, violatorio de la Convención Americana sobre Derechos Humanos.
El Presidente detenido por una orden judicial, un maestro rural alejado de las élites peruanas, gobernó menos de un año y medio en un periodo marcado por una profunda crisis política.
La Corte Interamericana de Derechos Humanos calificó las muertes producidas durante las protestas como "ejecuciones extrajudiciales" por ser asesinatos arbitrarios cometidos por fuerzas del orden peruanas.
La Presidenta peruana, que ha levantado un telón de acero en torno a la protección de su gobierno, intenta deslindarse de cualquier responsabilidad política por las muertes en las protestas, y cuando le gritan asesina, como ocurrió en Nueva York, saluda y sonríe con impunidad.