El fútbol boliviano está sumido en una grave y profunda crisis, no por los resultados, sino por los supuestos hechos de corrupción y amaño de partidos a través de apuestas ilegales que rompen el juego limpio. Lo llamativo de la situación que se denuncia es que los protagonistas de las irregularidades que se maquinan fuera de la cancha algunos son futbolistas, árbitros y dirigentes.
Los indicios no son nuevos —el caso FIFA Gate es una muestra— porque ya en temporadas pasadas se filtraron audios sobre el arreglo de encuentros.
Sin embargo, dirigentes con poder de decisión para alertar sobre esta mala praxis que le hace tanto daño —no solamente al balompié nacional, sino a todo el mundo futbolero— callaron en franca complicidad con lo irregular e ilegal, con la trillada excusa de la “falta de pruebas”.
Hoy, la dirigencia encargada de llevar adelante los destinos del fútbol nacional tuvo el acierto de denunciar la supuesta corrupción y el amaño de cotejos ante los tribunales deportivos y la justicia ordinaria, instancias que tendrán la responsabilidad de descubrir y desarticular la red organizada para arreglar partidos y lucrar con las apuestas deportivas para luego sancionar a los culpables con la mayor rigurosidad posible.
Las sanciones que por ley corresponden darán a los aficionados la seguridad y la certeza de que asistirán a los estadios para ver un partido enmarcado en el juego limpio, y no con la duda de un resultado ya arreglado.
Se da por descontado que esta situación afectará a la asistencia de público a los escenarios deportivos en todo el país por una cuestión de credibilidad.
No es ilegal apostar, pero sí constituye un delito inducir a la trampa para obtener beneficios económicos o de otra índole.
Además, el fraude futbolístico cada vez se ha hecho más sofisticado y más grande, por lo que las autoridades deportivas deben extremar esfuerzos en el monitoreo de los resultados de cada jornada en busca de un producto anómalo e iniciar una investigación a fondo.
Si las sanciones a los responsables no tienen efecto, el fútbol quedará aún más maltratado de lo que está, porque no solamente se trata de trofeos y premios económicos, es pasión, desahogo y negocio para el cual la falta de credibilidad y la inseguridad deportiva pueden resultar fatales a mediano plazo.