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El legado democrático de Luis Arce

Un momento histórico para Bolivia, el presidente Luis Arce ha demostrado una vez más que la verdadera grandeza de un mandatario no se mide por su capacidad de perpetuarse en el poder, sino por su compromiso con la democracia y su disposición a entregar el mando con dignidad.

Su exhortación al pueblo boliviano para acudir a las urnas este domingo 17 de agosto trasciende la formalidad protocolar y representa un testimonio de vocación democrática que merece reconocimiento.

Las palabras del presidente Arce revelan la madurez de un estadista que comprende que el poder es transitorio, pero las instituciones democráticas son permanentes.

Su compromiso de "garantizar una transición democrática y pacífica para entregar el mando del país a las nuevas autoridades electas" no es simplemente una declaración de buenas intenciones, sino la materialización de los principios que deben regir cualquier democracia sólida.

En un continente donde las tentaciones autoritarias acechan constantemente y donde algunos líderes buscan perpetuarse en el poder, Arce ofrece un ejemplo de respeto irrestricto a la Constitución y a la voluntad popular: cumplir exactamente cinco años de mandato, como establece la norma fundamental, sin intentar prolongar su gestión ni un día más, habla de una profunda convicción democrática.

La referencia a salir "por la puerta grande" junto a su vicepresidente, David Choquehuanca, no es una metáfora casual. Implica salir con honor, con el trabajo cumplido, con la frente en alto y, sobre todo, con el reconocimiento de haber servido al país sin traicionar los principios que llevaron a su gobierno al poder.

Que estas elecciones sean "una de las más observadas" por organismos externos y nacionales en toda la historia de Bolivia habla tanto de la importancia del momento político como de la confianza que genera el proceso electoral que el gobierno de Arce está facilitando.

Con más de 7,9 millones de electores habilitados en Bolivia y 22 países del mundo, el alcance de esta elección trasciende las fronteras nacionales.

La presencia de ocho frentes en competencia demuestra la pluralidad del sistema político boliviano y la salud de su democracia.

Lejos de ver esta diversidad como una amenaza, el presidente Arce la presenta como una oportunidad para que el pueblo "reflexione profundamente" y tome la mejor decisión.

En este contexto, el compromiso de Arce de materializar "una transición pacífica y democrática" adquiere un valor incalculable.

No se trata solo de cumplir con una obligación constitucional, sino de fortalecer la cultura democrática boliviana. Cada transición pacífica y ordenada consolida las instituciones, genera confianza en el sistema y sienta precedentes para futuras administraciones.

La convicción de "salir por la puerta grande" no es solo una aspiración personal del presidente Arce, es un regalo a la democracia boliviana y un ejemplo para toda América Latina. En tiempos en que el autoritarismo disfrazado de populismo amenaza las instituciones democráticas, Luis Arce ofrece una lección de cómo se debe ejercer y entregar el poder.

Este domingo 17 de agosto, más que elegir un nuevo presidente, los bolivianos ratificarán la solidez de su democracia. La actitud del Presidente saliente ha puesto las bases para que, independientemente de quien resulte ganador, la transición se desarrolle en un clima de respeto mutuo y fortalecimiento institucional.

La grandeza de un mandatario no se mide por los años que permanece en el poder, sino por la dignidad con la que lo ejerce y la altura con la que lo entrega. Luis Arce ha demostrado que es posible gobernar sin perder la vocación democrática y que salir por la puerta grande es, paradójicamente, la mejor manera de permanecer en la historia.

AEP


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