En la recta final de las pruebas piloto, el complejo siderúrgico del Mutún ya produce barras corrugadas y alambrón. Rumbo a la inauguración prevista para las siguientes semanas, y asegurado ya el funcionamiento pleno de esta obra de gran envergadura, es importante repasar su relevancia, sin perder de vista los antecedentes y contextos.
Las enormes reservas de hierro en las canteras de Puerto Suárez, Santa Cruz, fueron descubiertas ya en los años 50, aunque no fue sino décadas después cuando se tomó conciencia de su verdadera magnitud: se estiman no menos de 40.000 millones de toneladas, lo que convierte a Bolivia en uno de los mayores reservorios de hierro del mundo. En el ínterin, gobierno tras gobierno, gestiones tras gestiones, unas más desatinadas que las anteriores, el gran proyecto fue de tumbo en tumbo.
El Mutún ya produce desde hace varios años, pero su relanzamiento como complejo siderúrgico, gracias a una inversión total de Bs 3.801 millones, garantiza el aprovechamiento de su verdadero potencial, y fue plasmado en su totalidad en el Proceso de Cambio; con especial énfasis y decisión política en el gobierno del presidente Luis Arce.
Superada la etapa preliminar —seis de las siete plantas están en funcionamiento, la séptima lo hará en febrero—, el Mutún producirá en grandes cantidades para el mercado interno y, paulatinamente, para exportar: inicialmente 5.000 toneladas al mes y poco a poco se llegará a la capacidad plena de 17.000 t/mes de diferentes productos. Con esto se reducirá en 50 % la importación de acero para la construcción y se generarán 700 empleos directos y 5.000 indirectos; pero lo más importante: se logrará un ingreso mínimo de $us 200 millones al año.
La inminente operación del Mutún nos recuerda que es fundamental retomar el concepto de la industria minera como uno de los pilares de la economía nacional, como lo fue por siglos, aun desde la época colonial. La gran diferencia es que ahora el enfoque no solo es explotar mineral para exportarlo en bruto, y para provecho solo de las élites mineras y políticas; ahora toca industrializarlo para darle valor agregado y beneficiar al Estado y a los bolivianos en su conjunto.
Gracias a los cambios estructurales propiciados por el pueblo, ahora el Estado boliviano es propietario de toda la cadena de exploración, explotación, producción, industrialización y comercialización de sus recursos naturales. Así se garantizan mejores ingresos que, también gracias a los preceptos del modelo económico social comunitario productivo, se redistribuyen eficientemente en diferentes áreas fundamentales como la salud, la educación y los servicios básicos.
El Mutún fue por décadas un elefante blanco y motivo permanente de proselitismo. Recién en la gestión del presidente Arce se trabajó con seriedad para reencauzar el proyecto y para el Bicentenario de Bolivia ya está garantizado el funcionamiento de esta que será una de las más grandes siderúrgicas de la región.