Pongo, Estrellani, Unduavi, Palcoma, Incachaca o Hampaturi son nombres que no dicen mucho por sí solos o que muchos desconocen; sin embargo se debe recordar que en esa media docena de comunidades se levantan represas, canales, aducciones o embalses que proporcionan agua a las ciudades de La Paz y El Alto.
El periodo diciembre de 2015 - febrero de 2016 fue uno que la gente prefiere no recordar, pero tampoco hace nada para evitar que se repita. Filas de ciudadanos en barrios de varias zonas de La Paz, compras excesivas de depósitos plásticos, viajes de vehículos particulares convertidos en pequeñas cisternas; esa fue la realidad que se vivió entonces.
La pregunta que se formuló a las autoridades en ese entonces fue ¿por qué sucedió esto? y la respuesta vino sola, la falta de previsión y planificación en el suministro de agua para dos ciudades que habían crecido desmesuradamente y sin organización. Fueron dos meses en los que el Gobierno recurrió a las comunidades que tienen sus propios embalses que lograron solucionar la crisis del agua que no había pasado la sede de gobierno en los últimos 25 años.
Hoy, ese problema parece resuelto con la construcción de obras que alimentan las principales represas del líquido elemento; sin embargo, las autoridades municipales, directas responsables de las políticas en ese asunto, no desarrollaron ninguna acción comunal después de siete años de ese episodio que vivió la principal ciudad del país, que alberga al poder político del país.
Un punto crítico es la proliferación de los lavaderos de autos, esa venta de servicios que tiene como principal insumo el agua potable. En 2016 cerraron estos negocios y los que quedaron fueron inspeccionados por las autoridades ediles y la Policía para que no tomen agua potable para sus negocios.
Siete años después, ver filas de lavaderos de autos en las avenidas Kollasuyo, en La Paz, o Cívica, en El Alto, se normalizó. En la ciudad de El Alto incluso descubrieron que el propietario de uno de esos negocios hizo una instalación clandestina que le evitaba el pago del agua. Ese es el nivel de inconciencia que alcanzó la ciudadanía en este tiempo.
Reciclar las aguas de las lavadoras, instalar recicladoras de las aguas en duchas y lavamanos, o difundir formas de no malgastar el agua se redujo a prohibir el juego con agua en carnavales, políticas municipales que ni siquiera dan resultado porque la gente utiliza el agua sin contemplación en esos días.
La presencia de fenómenos climáticos como El Niño o La Niña tampoco inquieta a las personas, porque creen que llegan cada cierto tiempo. A principios de 2023 desde Chile informaron que fueron tres años continuos que llegó La Niña, lo que significa la ausencia de lluvias de la época.
En Bolivia preocupó la falta de precipitaciones pluviales desde 2022 porque la temporada debía empezar en septiembre y agudizarse en diciembre; pero no llegaron las lluvias, las plantaciones se perdieron por falta da gua. En otras regiones hubo caída de granizo que también destruyó las plantaciones de verduras.
Estas señales marcan la presencia de estos fenómenos y es menester que la ciudadanía y las autoridades asuman papeles comunes que permitan la concientización en el uso de ese recurso para no repetir lo que ocurrió hace siete años.