Las declaraciones del presidente Luis Arce sobre el rol de Evo Morales en la división del MAS-IPSP revelan una de las ironías más amargas de la política latinoamericana contemporánea: quien fuera por años símbolo de la resistencia al imperialismo terminó convirtiéndose en su más eficaz instrumento para debilitar a un gobierno genuinamente de izquierda.
La revelación de que figuras prominentes de la izquierda internacional como Alberto Fernández y José Luis Rodríguez Zapatero, además de emisarios de Venezuela y Cuba, advirtieron a Morales sobre esta trampa, añade un elemento particularmente doloroso a esta historia.
El expresidente y dirigente cocalero no solo ignoró las advertencias de sus aliados históricos, sino que persistió en un camino que solo beneficiaba a quienes siempre combatió.
La ambición personal de Morales, manifestada en su obsesión por una nueva candidatura presidencial inconstitucional, ha demostrado ser más fuerte que los principios que alguna vez defendió.
La paradoja es cruel: el mismo hombre que lideró la transformación de Bolivia hacia un Estado Plurinacional y defendió la soberanía nacional, ahora trabaja —consciente o inconscientemente— para debilitar un gobierno que continúa y profundiza esas mismas políticas progresistas.
Las críticas prematuras al gobierno de Arce, cuando este apenas llevaba un año en el poder, revelaron que la preocupación de Morales nunca fue el proyecto político de izquierda, sino sus aspiraciones personales.
Más grave aún, estas acciones replican el mismo error que llevó al golpe de Estado de 2019: la obstinación por permanecer en el poder a cualquier costo, incluso violentando la Constitución.
La decisión del Tribunal Supremo Electoral de reconocer el congreso del MAS-IPSP desarrollado en El Alto y la nueva directiva encabezada por Grover García marca un punto de inflexión. El partido retorna a sus raíces, a las organizaciones sociales que le dieron vida y legitimidad.
Es un retorno a los principios fundamentales que Morales parece haber olvidado en su deriva personal.
El llamado del presidente Arce a la reconducción del partido y la recuperación de valores éticos y morales no es mera retórica. Es un intento de salvaguardar un proyecto político de izquierda de quienes, paradójicamente, utilizan un discurso revolucionario para servir a intereses reaccionarios.
