Es lamentable que en estos tiempos, cuando Bolivia necesita más que nunca unidad y estabilidad, nos encontremos ante una crisis de Estado fabricada por quien alguna vez fue considerado un líder del pueblo.
Evo Morales, en su desenfrenada carrera por retomar el poder, parece dispuesto a sacrificar el bienestar de la nación entera en el altar de sus ambiciones personales.
La denuncia de la ministra María Nela Prada revela un panorama sombrío: un expresidente decidido a generar caos económico, político y social con el único fin de acortar los mandatos democráticamente elegidos, no solo del presidente Luis Arce, sino de toda una estructura gubernamental que va desde legisladores hasta concejales municipales.
Esta estrategia política de "tierra arrasada" es un insulto a la voluntad popular expresada en las urnas y un ataque directo a la estabilidad institucional del país.
Lo más preocupante es que estas acciones están orientadas a allanar el camino para una candidatura presidencial en 2025 que —vale la pena recordar— está explícitamente prohibida tanto por la Constitución como por un fallo del Tribunal Constitucional. Es decir, Morales no solo busca desestabilizar el país, sino que lo hace con el objetivo de burlar el marco legal que él mismo ayudó a establecer durante su mandato.
Los llamados a bloquear carreteras, cercar ciudades y asfixiar la economía familiar son tácticas que recuerdan a los peores momentos de crisis política en Bolivia.
Es inconcebible que un exmandatario esté dispuesto a sumergir al país en el caos económico justo cuando este se recupera de los estragos de la pandemia y el golpe de Estado de 2019. Tal actitud revela una falta total de empatía hacia el pueblo boliviano y una obsesión enfermiza con el poder.
El gobierno del presidente Arce, elegido con un amplio respaldo popular, tiene no solo el derecho sino también la obligación de defender la democracia y la estabilidad del país. Su llamado al diálogo es encomiable y contrasta fuertemente con la retórica belicosa de Morales.
Está claro que Bolivia rechaza categóricamente estos intentos de desestabilización y está unida en defensa de la institucionalidad democrática.
Bolivia ha demostrado en numerosas ocasiones su capacidad de superar adversidades y crisis políticas. El pueblo boliviano anhela paz, estabilidad y progreso, no los conflictos y la incertidumbre que Morales parece querer sembrar.
La ambición desmedida de un solo hombre no puede ni debe poner en jaque el futuro de toda una nación. Bolivia merece líderes que antepongan el bienestar colectivo a sus aspiraciones.