Francisco, el papa argentino, hizo un gran descubrimiento. Dijo que la evangelización en América fue “acompañada” de "intereses mundanos" que no respetaron a los pueblos indígenas. Si quería mostrar un sincero arrepentimiento, debería haber dicho impuesta, no “acompañada”.
Decir que los modelos europeos preconstituidos acompañaron la evangelización parece más una justificación de las atrocidades cometidas que un mea culpa católica.
La primera medida evangelizadora que tomaron los misioneros españoles fue destruir lugares sagrados y objetos religiosos de los pueblos americanos.
Para quienes portaban la cruz en una mano y tenían la espada ensangrentada en la otra, todo habitante que antes y siempre había vivido en este continente era pagano.
Tan pagano era que, a partir del siglo XVII, cuando la palabra indio aparece en los diccionarios europeos, al habitante del Abya Yala —como antiguamente se conocía a nuestro continente antes de ser rebautizado por los conquistadores— se lo asocia con una serie de significados despectivos forjados en la imaginación de los evangelizadores: bárbaro, cruel, grosero, ignorante, inhumano, aborigen, antropófago, natural y salvaje.
El primer Diccionario de la Real Academia Española, publicado en 1726, agregó otros calificativos despectivos: tonto y crédulo.
La cristianización católica en el Abya Yala, no hay por qué matizarla, se hizo buscando acabar con tradiciones y valores antiguos haciéndolos aparecer como perversos o inadmisibles.
La religión estuvo íntimamente ligada a la opresión colonial y se utilizó la violencia como método de extirpación de cultos con miles de años de antigüedad.
En la evangelización colonial, “acompañada”, según Francisco, se despreció la religión de los pueblos del Abya Yala con la convicción de que la suya no sólo era superior sino también civilizadora. Como se pensaba que la religión indígena era una superstición, miles de ellos fueron ejecutados bajo el pensamiento impune de la inquisición.
Jorge Mario Bergoglio, el nombre secular de Francisco, debería pedir perdón cada vez que se le ocurra hablar de la evangelización americana en la época de la Colonia y no intentar matizarla con ridículos eufemismos.