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La farsa de Andrónico Rodríguez

En un giro digno del teatro político más absurdo, el presidente de la Cámara de Senadores, Andrónico Rodríguez, ha negado ser parte de un plan para alcanzar la presidencia mediante un "golpe de Estado". Sin embargo, sus acciones y alianzas cuentan una historia muy diferente.

Andrónico, en un acto de cinismo político, ha emplazado al Gobierno a presentar pruebas de este "supuesto plan golpista". Pero el joven senador se equivoca de destinatario. Si realmente busca explicaciones, debería dirigirse a su mentor y jefe político, Evo Morales, quien no ha ocultado sus intenciones de forzar la renuncia del presidente Luis Arce y el vicepresidente David Choquehuanca.

La participación de Rodríguez en la marcha desde Caracollo hacia La Paz, escoltando a Morales, es evidencia clara de su complicidad en este intento de desestabilización.

No puede ahora lavarse las manos y fingir desconocimiento, cuando ha sido parte activa de una movilización cuyo objetivo final es que él, como presidente del Senado, asuma el mando del país.

Es momento de que Andrónico Rodríguez deje de jugar a dos bandas. No puede pretender ser leal al orden constitucional mientras acompaña una marcha destinada a subvertirlo. Su silencio cómplice ante las declaraciones de Morales y su entorno lo convierte en copartícipe de este intento de golpe de Estado disfrazado de "sucesión constitucional".

La historia reciente de Bolivia está manchada de sangre por aquellos que han intentado tomar el poder por la fuerza. Es inaceptable que Rodríguez, quien alguna vez se presentó como una promesa de renovación política, se preste ahora a maniobras que atentan contra la voluntad popular expresada en las urnas.

El pueblo boliviano merece líderes con integridad, no marionetas que bailan al son que les toquen. Andrónico Rodríguez tiene la obligación moral de aclarar su posición: ¿está con la democracia o con los planes golpistas de su mentor? Es hora de que deje de esconderse tras negativas vacías y encare a Evo Morales para exigirle explicaciones por involucrar su nombre en este plan antidemocrático.

La credibilidad de Rodríguez pende de un hilo. Su futuro político y su lugar en la historia de Bolivia dependerán de las decisiones que tome en estos momentos críticos. ¿Será recordado como un cómplice más de los atentados contra la democracia o encontrará el coraje para defender el orden constitucional?

El reloj corre, y con cada paso de la marcha hacia La Paz, Andrónico Rodríguez se hunde más en el pantano de la ambigüedad política. Bolivia observa, y la historia juzgará.


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