Bolivia actualmente es un país dependiente de la importación de carburantes, esto debido a que en su momento no se asumieron las acciones necesarias para revertir esta condición; sin embargo, el gobierno del presidente Luis Arce, mediante la política de industrialización que viene aplicando, justamente pretende dar un giro respecto a esta situación y que el país empiece a producir su propio combustible, tal es el caso del biodiésel, para lo cual las plantas industrializadoras ya están en proceso de implementación.
Llama la atención que, pese a que en gestiones pasadas no se asumieron acciones para revertir la dependencia a la importación de combustibles, son justamente aquellos políticos que deberían haber previsto en su momento este panorama quienes ahora protagonizan un ataque basado en cuestionamientos a las acciones que ejerce el Ejecutivo respecto a este tema, fomentando además una campaña fundamentada en el agio y la especulación, cuyo resultado son largas filas en las estaciones de servicio.
Empero, ya se están dando pasos importantes para lograr la sustitución de importaciones. Bolivia dejó de importar cerca de 200 millones de litros de gasolina en 2023; y, además, proyecta dejar de comprar más de 244 millones de litros de gasolina en 2024, según se informó desde el Gobierno.
Estas ya son buenas noticias, pero los objetivos son aún mayores. Es así que, para 2026, el país reducirá el 60% de las importaciones de combustible con las políticas de industrialización que impulsa Luis Arce.
Las plantas para la generación de biocombustibles están siendo construidas en distintas regiones del país. La idea es utilizar materia prima como la palma africana, macororó, jantropa, pongamia y aceite comestible reciclado para la obtención del carburante.
Es así que la industrialización con sustitución de importaciones se constituye en la solución estructural al problema de la subvención de los hidrocarburos, para garantizar la estabilidad de los precios de los carburantes y cuidar los bolsillos de las familias bolivianas.
