La semana pasada concluyó con movilizaciones callejeras del magisterio y para esta semana que ya comenzó se anunciaron similares medidas, incluso se habló de bloqueo de carreteras, un total perjuicio para todos, principalmente para quienes viven en la sede de gobierno.
La violencia ejercida desde los marchistas contra la Policía y la respuesta desmedida de la institución del orden provocaron la protesta y censura de la población, porque ninguno de los dos sectores pudo desarrollar su tarea en el marco de lo que permiten las leyes.
Los maestros llegaron munidos de ingentes cantidades de petardos que explosionaban desde tempranas horas del día. La mañana paceña se inundó todos los días de la ruidosa marcha de maestros desde varias zonas de la ciudad.
Y cuando se encontraban con los uniformados, los petardos ya no eran lanzados al aire, sino contra los efectivos. Vanas fueron las exhortaciones que hicieron algunos maestros que pedían no lanzar petardos a los policías ni enfrentarse a ellos, sus colegas no escuchaban razones y utilizaron lo que tenían a mano en esas reyertas callejeras.
Y la Policía, cuando salió, salió a repeler con violencia, provocó heridos entre los maestros que fueron auxiliados por sus propios colegas. Los más perjudicados fueron los docentes que llegaron del interior del país, porque al no conocer las calles eran presa fácil de los uniformados de la Unidad Táctica de Operaciones Policiales (UTOP), especialistas en la represión de las manifestaciones.
Dos días, martes y miércoles, los efectivos de la UTOP fueron a intervenir las concentraciones de maestros, y lo hicieron con violencia desmedida, esa violencia estuvo a punto de provocar el fracaso de las negociaciones, esa violencia que vino de los dos lados.
Las marchas de la semana que acabó dejaron claro que no existen protestas pacíficas de los sectores, como tampoco existe la “respuesta proporcional” de los uniformados, cualquier marcha siempre termina en enfrentamientos y así hasta los periodistas que cubren estas protestas deben prever esto y caminar con “el casco y la máscara”, tal como recomiendan en cursos especializados.
Los sectores movilizados debían cambiar sus estrategias porque la violencia puede atraer más violencia y en el presente caso también logró la animadversión de la ciudadanía que no apoyó a los movilizados porque también fue perjudicada.
La resistencia pacífica no es una novedad, desde principios del siglo pasado se impuso en los países luego de que el gran Mahatma Gandhi impusiera esta forma de protesta y pese a sus detractores logró la independencia de su país, aunque no vivió para verlo porque fue asesinado.
Esa capacidad de movilizar inmensas masas sin que se provoque violencia es el gran reto de todos los sectores, antes y ahora, todas las movilizaciones terminan en enfrentamientos o al menos amagos de pugilato con policías que también salen a ejercer violencia desmedida en nombre del orden. ¿Se podrá cambiar esta situación?