La economía boliviana se encuentra bajo continuo ataque, ahora de la mano del Fondo Monetario Internacional (FMI), que, como es recurrente, no dio buenas perspectivas a Bolivia en cuanto al crecimiento de su Producto Interno Bruto (PIB) y a la contención de su inflación, sumándose así a otros informes agoreros de organismos, calificadoras y compañías financieras externas que no van a tono con los buenos indicadores del país, en medio de un duro sabotaje económico interno alentado por grupos conservadores.
Para el FMI, Bolivia crecerá 1,1% este año y advirtió de una mayor desaceleración: 0,9% en 2026. En cambio, el Gobierno prevé un alza del PIB de 3,51% en 2025. Al respecto, hay que recordar que las últimas proyecciones del FMI fueron de desaciertos: predijo 5,5% en 2021, pero el crecimiento ascendió a 6,1%; en 2022 planteó un 3,8% y la cifra llegó a 3,6%; en 2023 hubo un 1,8% versus un 3,1%, respectivamente; y pronosticó 1,4% para 2024, aunque hasta el tercer trimestre de ese año el porcentaje oficial está en 2,14%.
Sobre la inflación, el 15,1% proyectado por este organismo duplica el 7,5% previsto en el Presupuesto General del Estado (PGE), aunque el Ministerio de Economía señaló que habrá dos factores que reducirán la presión inflacionaria: una mayor producción en el área agropecuaria debido a que no se presentarán los fenómenos El Niño y La Niña en conjunto, y la aplicación de medidas para una lucha frontal contra el agio y la especulación de alimentos, culpables de que la inflación se dispare a 9,97% en 2024.
Las pesimistas perspectivas del FMI se suman a otros ataques externos a la economía, como los de Moody’s y Fitch Ratings, que rebajaron la calificación crediticia de Bolivia, o el de la compañía financiera estadounidense JP Morgan, que elevó el riesgo país. Son informes sesgados que no reflejan de forma precisa la realidad económica y financiera boliviana; más aún, en el caso de Moody’s ya van seis alertas sobre un posible default, lo que no sucede hasta ahora porque Bolivia cumple con el pago de su deuda externa.
A nivel interno, la economía sufre los embates de una guerra política, económica, legislativa y mediática de la nueva y la vieja derecha, que boicotean la aprobación de créditos externos y generan una ola de especulación en los precios que cuenta con el respaldo de grupos económicos conservadores. Pese a esta asfixia, que bloquea el arribo de divisas frescas, el Gobierno logró el cumplimiento con acreedores externos y la importación de gasolina y diésel, conteniendo igualmente la espiral inflacionaria.
Hasta el momento, los indicadores económicos oficiales provocaron decepciones en los organismos internacionales, lo que permitió que el país sea parte del podio de los que tuvieron mayor crecimiento en la región en los últimos años. Eso sí, la opinión del FMI logró que políticos, analistas y entidades de la derecha vuelvan a salir a la palestra para lanzar dardos contra el modelo económico, empero la realidad muestra que, pese a las turbulencias internacionales e internas, la economía boliviana sigue saliendo a flote.