El informe Estado de la población mundial 2023, del Fondo de Población de las Naciones Unidas (Unfpa), señala que casi la mitad de la población de Bolivia está representada por mujeres.
En el país, según el Unfpa, que sustenta su afirmación en proyecciones del Instituto Nacional de Estadística (INE), ese género representa el 48,9% de la población.
El mundo, de acuerdo con esa institución que depende de la Organización de Naciones Unidas, está habitado por algo más de 8 mil millones de personas, de ellas 49,7% son mujeres.
Como diría un refrán chino, las mujeres sostienen la mitad del cielo.
Hace casi un siglo de esa frase de Mao Tse Tung y parece que las mujeres siguen ahí, sosteniendo el cielo para que no se nos venga encima a todos.
Son ellas el pilar del mundo, de la sociedad y de la familia. A pesar de ello, a menudo sus voces no se escuchan en los debates, no se toman en cuenta para la elaboración de políticas públicas, y en múltiples oportunidades sus derechos son vulnerados.
Las luchas feministas, cada vez más constantes y poderosas, impulsan en Bolivia y el mundo una corriente para erradicar las causas estructurales que generan todos los tipos de violencia contra las mujeres.
Ojalá cada vez sean menos mujeres sosteniendo el cielo y más varones trabajando en su relevo. No es que necesiten la ayuda de los aliados para ganar las batallas que ya han ganado, pero es una opción decente apoyarlas.
Las mujeres en el mundo han ganado voz y voto en todos los ámbitos, pero su participación aún no es equitativa porque se impone el patriarcado.
El empoderamiento de las mujeres implica que participen plenamente en todos los sectores y a todos los niveles de la actividad económica para construir economías fuertes, establecer sociedades más estables y justas, alcanzar los objetivos de desarrollo, sostenibilidad y derechos humanos y mejorar la calidad de vida de las familias.
El acceso de las mujeres a los recursos económicos y financieros y al control sobre ellos es decisivo para lograr la igualdad de género y para el crecimiento económico de los Estados.
La organización de las Naciones Unidas ha señalado que datos empíricos de diversos países muestran que incrementar la proporción de los ingresos del hogar controlados por las mujeres, procedentes de lo que ganan ellas mismas o de transferencias de dinero, modifica los patrones de gasto en formas que benefician a hijas e hijos, y a las comunidades enteras.
