Las revelaciones del libro Radiografía de una canallada proyectan una sombra inquietante sobre el futuro político del país.
El texto del exembajador argentino Ariel Basteiro no solo documenta la complicidad del gobierno de Mauricio Macri en la represión durante el golpe de 2019, sino que expone la existencia de una maquinaria internacional coordinada para desestabilizar gobiernos progresistas en América Latina.
La participación del Grupo de Lima en los acontecimientos de 2019 revela un patrón preocupante: la articulación de fuerzas derechistas internacionales para intervenir en procesos políticos nacionales. El caso de Bolivia es particularmente ilustrativo.
La presencia activa del embajador brasileño del gobierno de Bolsonaro en las decisiones cruciales de 2019 demuestra que los intereses extranjeros no se limitaron a la observación pasiva.
Las consecuencias de esta intervención fueron tangibles y costosas.
El contrato firmado con Petrobras durante el gobierno de facto de Jeanine Añez es un ejemplo paradigmático: Bolivia pasó de una posición ventajosa, donde no pagaba el transporte de gas hacia Brasil, a asumir todos los costos hasta la frontera.
Esta modificación "misteriosa" del contrato ilustra cómo los intereses corporativos internacionales se benefician del debilitamiento de gobiernos progresistas.
De cara a las elecciones de 2025, la advertencia del presidente Luis Arce sobre la vigilancia permanente de la derecha internacional no debe tomarse a la ligera.
Los recursos naturales de Bolivia —gas, litio, tierras raras— son demasiado valiosos para que los intereses imperiales se mantengan al margen.
La experiencia de 2019 demuestra que estos actores están dispuestos a utilizar cualquier medio, desde la manipulación mediática hasta la violencia institucional, para asegurar el control sobre estos recursos estratégicos.
La invocación que hace Arce de las palabras del Che Guevara sobre la necesidad de unidad en la izquierda adquiere una relevancia particular en este contexto.
La fragmentación de las fuerzas progresistas ha sido históricamente aprovechada por intereses externos para imponer agendas contrarias a la soberanía nacional. La derrota individual que advertía el Che podría materializarse si no se construye un frente común ante las amenazas que se avecinan.
El desafío para 2025 es mayúsculo. No se trata solo de una elección más, sino de la preservación de la soberanía sobre los recursos naturales y el modelo económico que ha permitido a Bolivia mantener su independencia financiera.
La derecha internacional, como advierte Luis Arce, no descansa. Sus intereses en los recursos naturales bolivianos son demasiado grandes como para permitir que un gobierno progresista continúe controlándolos.
La historia reciente demuestra que la amenaza es real y que la coordinación internacional de la derecha puede ser efectiva.
La lección de 2019, documentada en el libro de Basteiro, debe servir como advertencia y guía para enfrentar los desafíos que se aproximan.