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Luego de dos años de la detención de Nallar, el país exige justicia y cárceles seguras

El 26 de julio se cumplirán dos años desde que Misael Nallar, apodado 'El Doctor', fue detenido de manera preventiva por su presunta participación en el atroz asesinato de tres policías desarmados y por legitimación de ganancias ilícitas.

Una fecha que debería marcar un hito en la lucha contra el narcotráfico y la violencia en Bolivia, pero que en cambio se ve opacada por los recientes y violentos hechos que tuvieron lugar en el penal de máxima seguridad de Chonchocoro.

Las impactantes imágenes difundidas por el Ministerio de Gobierno no dejan lugar a dudas: Nallar, lejos de corregir su conducta tras los barrotes, lideró un salvaje motín en el que se ve cómo agrede brutalmente a uniformados, incluso instando a "quitarle la vida al teniente". Una grave acusación de tentativa de asesinato que se suma a los cargos que ya pesaban sobre él.

En el fondo, este siniestro episodio carcelario es un recordatorio de los oscuros tentáculos del narcotráfico, actividad ilícita a la que la familia de Nallar y su suegro han estado presuntamente vinculados desde la convulsa década de los 80.

Una pesadilla que, lejos de disiparse, parece cobrar nueva fuerza incluso entre los muros de una prisión.

Este personaje, con visa para viajar a Estados Unidos a pesar de sus vínculos con el narcotráfico, busca evadir la justica por las buenas o por la violencia, que parece gustarle tanto.

Luego de dos años de su detención preventiva, el caso Nallar representa un grito desesperado de un país hastiado de tanta sangre, violencia y presuntos nexos con el narcotráfico. Un clamor que se une al de las familias de esos tres policías masacrados a sangre fría, cuyas vidas segadas en cumplimiento del deber aún no han encontrado la justicia que merecen.

Por ello, las autoridades deben actuar con mano firme para que este 'doctor' de frondosa barba no quede impune.

Se debe aplicar todo el peso de la ley, con la máxima pena de 30 años sin derecho a indulto, como corresponde a quien no solo está acusado de crímenes atroces, sino que además ha demostrado una absoluta falta de arrepentimiento al promover la violencia desde las sombras de un penal.

Sus violentas acciones en Chonchocoro son un llamado de alerta sobre una realidad que Bolivia no puede permitirse: que sus cárceles se conviertan en nuevos epicentros de la violencia y el crimen organizado, como lamentablemente ha ocurrido en otros países de la región.

Es fundamental redoblar los esfuerzos para evitar que individuos como este 'doctor' narco conformen organizaciones criminales dentro de los penales que desafíen el control de las autoridades.

La seguridad en los recintos carcelarios debe ser prioritaria, no solo para garantizar el cumplimiento efectivo de las penas, sino también para prevenir ese caldo de cultivo perfecto para la radicalización violenta.

Después de dos años de la detención de Nallar, Bolivia entera exige justicia contundente. Pero también reclama cárceles seguras que no se conviertan en la próxima amenaza para una sociedad que ya ha sufrido demasiada violencia a manos del narcotráfico. Es hora de poner un alto definitivo antes de que sea demasiado tarde.


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