En un momento en que la política se tiñe de eufemismos y medias verdades, resulta importante y necesaria la claridad con la que el comandante general del Ejército, Juan José Zúñiga, abordó un tema tan delicado como la relación entre el control de combustibles y el narcotráfico.
El general Zúñiga no titubeó al sugerir que la preocupación del expresidente Evo Morales por la presencia militar en la distribución de combustibles podría estar vinculada a intereses oscuros.
Con una franqueza inusual en el ámbito castrense, el comandante puso sobre la mesa una realidad incómoda: el desvío de combustibles para actividades ilícitas, principalmente el narcotráfico.
La claridad del general Zúñiga al expresar sus sospechas sobre las motivaciones de Morales es encomiable. En un país donde las acusaciones veladas y los silencios cómplices son moneda corriente, el comandante del Ejército optó por llamar a las cosas por su nombre. Su afirmación de que la oposición de Morales al control militar le da "mala impresión" es un ejemplo de honestidad que debería ser la norma, no la excepción, en el discurso público.
Además, el comandante fue diligente al contextualizar la presencia militar dentro del marco legal del plan Soberanía para desmentir las acusaciones de militarización infundadas.
Su disposición a explicar detalladamente las razones detrás de las acciones del Ejército demuestra un compromiso con la transparencia que es fundamental para mantener la confianza pública en las instituciones.
La claridad del jefe castrense no solo es un servicio a la verdad, sino también un acto de responsabilidad cívica. Al exponer la posible conexión entre la oposición al control de combustibles y las actividades ilícitas, el general está cumpliendo con su deber de proteger los intereses nacionales por encima de cualquier consideración política.
Es crucial hablar con franqueza sobre los desafíos que enfrenta el país. Solo a través de un diálogo honesto y directo podremos abordar problemas complejos como el narcotráfico y la corrupción.
La sociedad boliviana merece esta clase de liderazgo transparente, que deja de lado las ambigüedades y enfrenta los problemas del país con la misma claridad y determinación. Solo así podremos construir una Bolivia más justa y próspera para todos.