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Os perdono

El papa Francisco ha declarado que la Iglesia Católica “todavía” considera las relaciones entre personas del mismo sexo "objetivamente pecaminosas" y que no reconocerá el matrimonio entre ellas. El magnánimo Papa está dispuesto, sin embargo, a que su iglesia bendiga a las parejas del mismo sexo.

Las palabras de Jorge Bergoglio, el nombre del papa argentino, lo grafican de cuerpo entero: no es Dios, pero finge serlo.

La doble moral de la institución mundial que dirige nos deja perplejos porque en sus filas los curas pedófilos homosexuales provocan dolor donde pisan, pero sus actos con niños inocentes no son pecados, apenas son leves faltas.

Las parejas homoparentales no necesitan la bendición de nadie para ser felices, reconocidas y libres.

Es hora de que la hipócrita Iglesia abandone la postura de que la orientación homosexual es un desorden.

Por el contrario, el mundo le exige que deje de proteger de forma institucional a los curas pedófilos que hicieron gala, como en el caso boliviano, de una total impunidad.

Sin embargo, como lo advirtió la National Catholic Reporte estadounidense, la decisión de Francisco de aprobar el decreto de la Congregación para la Doctrina de la Fe del Vaticano que ordena a los sacerdotes católicos que no ofrezcan bendiciones a parejas del mismo sexo recuerda una palabra que es mucho más amarga en la garganta: “hipócrita”

Bergoglio expresó alguna vez su deseo de "construir puentes y no muros" y hoy su supuesta buena voluntad se revela con una enorme barrera de ignorancia que se erige a nombre de Dios.

Lo "objetivamente pecaminosas" es no mostrar compasión por los fieles católicos que buscan que les reconozcan la unión del mismo sexo.

Al resto del mundo, afortunadamente, le importa muy poco lo que piense el Vaticano.

Desde que fue elegido máximo jerarca de la Iglesia Católica, en marzo de 2013, Francisco se ha mostrado un par de veces más inclusivo hacia las personas de la comunidad LGBT en sus declaraciones. Está claro que hoy esa postura está en el cesto de la basura.

La libertad asusta a una Iglesia Católica todavía medieval e inquisidora.


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