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Parte indisoluble

Los nueve años que está a punto de cumplir el servicio de teleféricos en la ciudad de La Paz posicionan a esta urbe a la vanguardia boliviana en esta materia, con algunos incidentes a lo largo de este tiempo. Aunque las cabinas parecieran ‘volar’ por cables, hay un sentimiento de seguridad en los usuarios de este medio de transporte todos los días.

El 30 de mayo de 2014 se iniciaba la era de los teleféricos en Bolivia y el proyecto no se detendría, lo que significa que la millonaria inversión sirvió para dar otro motivo de orgullo a la ciudad sede de gobierno.

Las líneas Amarilla, Lila y Roja son las venas que unen las dos ciudades, La Paz y El Alto, y viceversa. Miles, por no decir millones, de personas transitan entre las dos ciudades a diario por estas tres líneas por razones económicas, laborales o simplemente familiares.

El movimiento de ciudadanos en las tres estaciones dinamizó las economías que se desarrollan a su alrededor, incluso los bancos tuvieron que buscar espacios que les permitan ubicar cajeros automáticos para preservar a sus clientes.

Decenas de negocios se abrieron dentro y fuera de las estaciones de los teleféricos, lo que ocasionó que las casas circundantes tengan que adecuarse para ofrecer tiendas en alquiler, con lo que lograron subir sus ingresos mensuales.

La permanencia del teleférico como medio de transporte masivo por casi nueve años incluso superó a los proyectados sistemas de buses de transporte. En la ciudad de El Alto, lo que fuera el Huayna Bus, que ya fue descartado por las actuales autoridades, y en La Paz los Pumakatari languidecen por la ausencia de usuarios.

Ahora, cualquier estampa de la ciudad de La Paz ya no tiene solo el Illimani como principal referencia, sino también luce una de las cabinas que surca en medio de la neblina matutina, como un fantasma que emerge de la bruma para sentar su presencia.

La ciudad de El Alto puede enorgullecerse de contar con dos líneas, que pueden ser más, porque el transporte por tierra quedó en entredicho por el gigantesco parque automotor que existe y que hace imposible un transporte rápido y seguro.

En jornadas de paro y bloqueo de alguna organización social, emerge el teleférico como la gran solución, pues es el día de más trabajo en las tres líneas por el trajín matutino de los ciudadanos que buscan sus horizontes diarios.

Mientras que, en la ciudad, el traslado de una zona a otra puede hacerse en las cabinas de esta empresa. La interconexión entre la residencial zona Sur, centro y El Alto es uno de los aciertos de los diseñadores, pues cualquier persona puede llegar desde la zona Sur hasta Río Seco solo utilizando las líneas que ofrece el teleférico.

Por todas estas razones, el teleférico ya no solo es un ícono de la ciudad sede de gobierno, sino lo es de El Alto por las dos líneas que tiene: Azul y Morada. Así, el transporte por cable se volvió en un símbolo de ambas ciudades, y sus autoridades deben coadyuvar para preservar el sistema de los teleféricos que hasta el momento son administrados de forma eficiente, como una empresa pública que da réditos al Estado y beneficios a sus habitantes.


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