Bolivia, contrariamente a lo que se cree, no es un país altiplánico, es esencialmente amazónico. El 65% del territorio nacional, de norte a sur, está influenciado por la cuenca del Amazonas y pertenece a la zona de tierras bajas.
Es una región donde se afinca una vasta biodiversidad que habita su floresta, sus ríos y sus lagos, que la convierten en patrimonio natural del mundo.
Gran parte del ciclo del carbono, que es crucial para la ecología del planeta y el clima, se produce, precisamente, en la amazonia, que involucra a nueve países de Sudamérica, por lo que se la conoce también como "los pulmones de la Tierra".
La amazonia boliviana está bien reputada por su contribución decisiva para mejorar el precario equilibrio ambiental del planeta que, por el desorden meteorológico provocado por el calentamiento global, puede colapsar.
En la última década, el país se ha convertido en un líder mundial en la promoción del manejo sustentable de la selva, certificando la madera que ha sido obtenida de bosques bien gestionados.
Sin embargo Bolivia, como otras naciones del mundo, es víctima de la crisis climática.
Se habla del calentamiento global, del deshielo, de inundaciones y sequías, pero se evita establecer de dónde vienen todos esos fenómenos.
Todo aquello nace de la mal llamada globalización —o globalización selectiva, que no respeta la pluralidad o las diferencias entre los pueblos— y el capitalismo.
Es el capitalismo el que lleva en sí mismo una exagerada e ilimitada sed de industrialización.
La deforestación, por ejemplo, es una consecuencia de la industrialización y es una amenaza para el futuro del Amazonas boliviano, donde ya hay gran cantidad de árboles y plantas en peligro de extinción.
La protección de la biodiversidad, la lucha contra la deforestación y la protección de la amazonia fueron algunos de los temas tratados por las autoridades de Medio Ambiente de Bolivia, Brasil, Colombia, Ecuador, Guyana, Perú, Surinam y Venezuela, que forman el Bioma Amazónico, e hicieron, en una cumbre en la ciudad colombiana de Leticia, un “llamado de urgencia” para encontrar respuestas que garanticen la protección de esta reserva natural.
Los países más ricos, está claro, deben contribuir con fondos a la preservación de los territorios amazónicos porque esta gran selva es clave para la mitigación del cambio climático en el mundo.
Y es que el Amazonas es la selva tropical más grande del mundo, el hogar del 10% de todas las especies de animales y plantas del planeta; tiene 50 millones de habitantes con 400 pueblos indígenas que hablan 300 idiomas, posee las mayores reservas de agua dulce del planeta, incluyendo un verdadero océano subterráneo.
Los presidentes del mundo tienen la responsabilidad de pensar en el valor de la vida, en la humanidad, en cómo salvar al planeta Tierra.