Una corriente de condena por el ataque contra la embajada de Cuba en Washington ha recorrido el continente. El presidente Luis Arce, quien recientemente en la Asamblea General de Naciones Unidas abogó por el fin del embargo estadounidense a la Isla, fue parte de esa corriente que denunció esa fechoría.
El mandatario condenó el “cobarde” atentado y aseguró que se trata de un “nuevo ataque a su soberanía”, mientras que el Ministerio de Relaciones Exteriores señaló que ese hecho es contrario a los principios que deben guiar el relacionamiento internacional.
La delegación diplomática ya sufrió antes un atentado, en abril de este año, cuando un individuo disparó un fusil de asalto contra sus instalaciones, causando graves daños materiales.
La criminal agresión en una de las capitales más resguardadas del mundo sigue aún en la impunidad.
Pero Cuba ha recibido mensajes de solidaridad de gobiernos amigos, así como de agrupaciones, partidos políticos y personalidades de América Latina y de otras regiones del planeta.
En Estados Unidos, representantes de organizaciones solidarias con la Isla depositaron flores en la embajada y demandaron el cese de esos ataques y el fin del terrorismo contra esa nación.
Los activistas de la Red Nacional de Solidaridad con Cuba, de la organización The People’s Forum, la Asociación Cultural José Martí, y el movimiento NEMO (No al Bloqueo), entre otros, reclamaron el cese de estos actos violentos.
La ironía de los ataques es que mientras se incluye injustamente a Cuba en el unilateral listado del Departamento de Estado de países terroristas, en suelo estadounidense se cometen acciones terroristas contra la embajada y el personal diplomático de la nación antillana.
Si no se toman acciones eficaces de parte de las autoridades norteamericanas para detener los ataques, quizá el próximo sea más letal y cobre valiosas vidas.
Si bien es urgente el esclarecimiento de ambos casos y el castigo a los culpables, lo es también que el autoproclamado bedel del mundo demuestre que combate el terrorismo que se pasea impunemente por su suelo y por su capital.