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Trump y la receta para el desastre en Gaza

Las declaraciones del presidente Donald Trump sobre Gaza representan uno de los planteamientos más peligrosos y desconectados de la realidad que se hayan escuchado en la política estadounidense moderna.

Su propuesta de que Estados Unidos tome control del territorio y desplace forzosamente a dos millones de palestinos no solo ignora el derecho internacional sino que desprecia el costo humano devastador que ya ha cobrado este conflicto, con cerca de 47.000 vidas palestinas perdidas.

La sugerencia de reubicar masivamente a la población gazatí en países como Egipto y Jordania evoca los momentos más oscuros de la historia colonial, cuando las potencias occidentales redibujaban mapas y desplazaban poblaciones enteras sin consideración alguna por su autodeterminación o dignidad humana.

Es preocupante que esta propuesta surja en un momento en que se busca negociar un alto al fuego definitivo que podría salvar innumerables vidas.

La contradicción es flagrante: Trump, quien construyó su primera campaña presidencial sobre la promesa de retirar a Estados Unidos de los conflictos en Medio Oriente, ahora propone una intervención territorial sin precedentes ni base legal.

Este giro radical no solo carece de fundamento jurídico sino que amenaza con desestabilizar aún más una región ya volátil.

La respuesta inmediata de los actores regionales revela lo descabellado de la propuesta.
Tanto Egipto como Jordania han rechazado categóricamente la idea de recibir un éxodo masivo de palestinos, conscientes de las implicaciones desestabilizadoras que tendría para sus propias sociedades.

La descripción de Hamás de esta propuesta como "una receta para crear caos" en la región, por una vez, no exagera.

En un momento en que Gaza necesita desesperadamente paz, reconstrucción y una solución política viable, la propuesta de Trump representa un retroceso peligroso hacia políticas que históricamente han generado más conflicto y sufrimiento.

La comunidad internacional no puede permitirse ignorar las lecciones de la historia: el desplazamiento forzado de poblaciones nunca ha traído paz duradera, solo más dolor y resistencia.

Las cifras son devastadoras: cerca de 47.000 palestinos han perdido la vida en este conflicto.

Proponer el desplazamiento masivo de los sobrevivientes no solo es moralmente reprobable sino que garantizaría la perpetuación del ciclo de violencia por generaciones.

La verdadera solución debe comenzar por reconocer la humanidad y los derechos de todos los involucrados, no reproducir las políticas coloniales que sembraron las semillas del conflicto actual.


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