La decadencia de Evo Morales ha alcanzado un punto en el que resulta imposible ignorar su comportamiento deplorable y su historial de abusos.
En los últimos días, la figura del exmandatario ha sido manchada no solo por sus ya conocidas ansias de poder, sino también por denuncias de estupro, lo cual confirma que no solo es un político corrupto, sino un depravado peligroso para Bolivia. ¿Cómo es posible que alguien con semejante historial pretenda volver a postularse para la presidencia? La realidad es que Morales jamás respetó la Constitución Política del Estado y mucho menos lo hará en el futuro. Su desprecio por el voto popular y su negativa a someterse a la justicia lo demuestran claramente.
Los recientes escándalos que lo rodean son una prueba irrefutable de su falta de respeto por las leyes del país. Morales ha sido acusado de estupro y, en lugar de enfrentar a la justicia, ha optado por el silencio y la evasión. Su negativa a presentarse al juicio y su renuencia a responder preguntas sobre el tema solo confirman lo que muchos ya sospechaban: este hombre, que una vez lideró Bolivia, es incapaz de asumir responsabilidad por sus actos. En este caso, el dicho “el que calla, otorga” no podría ser más acertado. Morales, quien ha abusado de su poder político durante años, ahora se enfrenta a la realidad de sus acciones personales.
Pero este escándalo de estupro no es un caso aislado. A lo largo de su carrera, Morales ha demostrado ser un hombre que no respeta los límites de la ley, ni mucho menos los derechos de las personas. Su manipulación de la Constitución para mantenerse en el poder, pasando por encima del referéndum del 21F, es solo una muestra de su carácter autoritario y su desprecio por la democracia. No es de extrañar que alguien que no respeta el voto popular tampoco tenga reparos en ignorar las leyes que protegen a las víctimas de abuso. Morales ha dejado un rastro de mujeres y jóvenes cuyas vidas han sido arruinadas por su abuso de poder.
En un contexto político donde la moralidad debería ser un requisito para el liderazgo, Morales ha demostrado ser todo lo contrario: un hombre sin escrúpulos que, además de destruir la institucionalidad del país, ha causado daño a nivel personal. Su historial de corrupción y abuso político está íntimamente ligado a su conducta personal. ¿Cómo puede alguien que ha abusado de su posición para perpetuar una cultura de impunidad y violencia de género tener la desfachatez de querer liderar el país nuevamente?
Irónicamente, octubre ha sido un mes históricamente tumultuoso para Bolivia, pero este año parece haber traído algunas buenas noticias. La Selección boliviana de fútbol ha logrado victorias históricas que llenan de orgullo al país, y el Gobierno nacional ha anunciado el pago del Bono Juancito Pinto, un programa que beneficia a miles de estudiantes. Estos avances son una señal de que Bolivia tiene un futuro prometedor, siempre y cuando se mantenga alejada de las garras de individuos como Morales.
Sin embargo, la caída de Morales, aunque parece inminente, sigue siendo un proceso lento. A pesar de las pruebas y las denuncias en su contra, este personaje sigue evadiendo la justicia, protegido por su círculo de lacayos que se aferran a la repugnante figura de un hombre sin moral, ni liderazgo. Pero la verdad es que Bolivia ya no lo soporta. Cada día que pasa, el descontento hacia Morales crece, y su imagen, antaño poderosa, se desmorona rápidamente. Evo ‘Drogales’ se ha convertido en un símbolo de lo que Bolivia no quiere ser: un país gobernado por la corrupción, el abuso y la impunidad.
El hecho de que Morales aún pretenda postularse para la presidencia no solo es un insulto a la democracia, sino también una amenaza para el futuro de Bolivia. Este individuo, que ha destrozado instituciones y abusado de su poder, no merece ocupar un cargo público, mucho menos liderar nuevamente el país. Su lugar está en la cárcel, junto a otros criminales que han cometido delitos similares. Bolivia no puede permitirse seguir bajo la sombra de un hombre que, en lugar de construir, solo ha destruido.
La esperanza para Bolivia radica en su gente, en la voluntad de un pueblo que ya ha demostrado que no tolerará más abusos. Las acciones de Morales, tanto políticas como personales, han llegado a un punto de repulsión para el país. A Bolivia le da asco Evo ‘Drogales’, y su caída es inevitable. El futuro del país depende de que este tipo de personajes sean apartados de la vida pública para siempre.
Bolivia se merece algo mejor. Un futuro sin corrupción, sin depravación y sin líderes que solo buscan su beneficio personal. Morales representa todo lo que está mal en la política, y su rechazo por parte del pueblo es una señal clara de que su tiempo ha terminado. Ahora, Bolivia debe mirar hacia adelante y construir un futuro libre de las sombras del pasado. Evo Morales debe pagar por sus crímenes, no solo los políticos, sino también los personales, y el país no descansará hasta que la justicia prevalezca.
La Paz/AEP/ Miguel Clares