El 21 de agosto se cumplirán 52 años del golpe militar encabezado por el entonces coronel Hugo Banzer. La fecha, por demás funesta, convoca a reflexionar no solo sobre lo que fueron los siete años y algo más de dictadura que enlutaron a miles de familias bolivianas.
Por cierto, no fue un gobierno más de las FFAA acostumbradas a liderar masacres contra el pueblo trabajador, como se puede constatar en las páginas de la historia. Aquel fue un régimen que instauró una tenebrosa maquinaria criminal desde el mismo Estado. Su sello fascista no solo tuvo manchas de sangre de cientos de compatriotas torturados y asesinados.
Tras el golpe del 21 de agosto de 1971, la prensa de entonces reporta 27 muertos y más de un centenar de heridos. La resistencia del pueblo a la asonada golpista cobraba sus primeras víctimas mientras un manto de terror comenzaba a extenderse en todo el territorio nacional. A horas de instalados los golpistas en el Palacio Quemado, en la edición del domingo 22 de agosto, el periódico Presencia publica una nota brevísima, casi perdida en su primera plana: “La radio Nacional de Cochabamba, a la 1 y 15 de la madrugada, transmitió un mensaje procedente de Tarija que textualmente dice: ‘Si nuestro líder el Cnl. Hugo Banzer Suárez, no nos habla en persona desde La Paz a todo el país hasta la hora 6 de este domingo, en la plaza principal de Tarija serán fusilados los extremistas rojos capturados y al mismo tiempo fusilaremos a todo elemento de filiación comunista’. Firma el mensaje el My. Hugo Toro a nombre del Estado Mayor de Tarija”.
Aquella proclama brevísima, aquella amenaza pública en verdad, dibuja con exactitud el carácter de quienes se articularon bajo la imagen del caudillo militar que no dudó en descargar todo su odio hacia militantes revolucionarios y montar una maquinaria criminal al amparo del Gobierno de las FFAA, la embajada americana y la acción de grupos paramilitares que se encargaron de perseguir, torturar y asesinar a cuanto boliviano tuviese filiación de izquierda.
El mismo 22 agosto de 1971, Presencia abre su edición con un gran titular a cinco columnas: “Triunvirato militar reemplaza al Gobierno del Gral. Torres”, aquella junta militar estaba conformada por el Gral. Jaime Florentino Mendieta y los coroneles Hugo Banzer y Andrés Selish, el ala más radical de las FFAA a la que se sumaron partidos que hasta ese entonces eran “irreconciliables enemigos”: Falange Socialista Boliviana (FSB) y el Movimiento Nacionalista Revolucionario (MNR), los que en realidad no hacían más que expresar intereses de los grupos oligárquicos ultrarreaccionarios, separatistas (en el caso cruceño), que se alinearon a la conspiración para escarmentar al movimiento revolucionario boliviano que, en medio del fragor de aquella coyuntura política, respaldó al gobierno del general Juan José Torres.
El nacionalismo extremo/chauvinismo y el anticomunismo alentaron desde el primer momento de la puesta en escena a los fanáticos fascistas. Estos buscaron la adhesión de sectores sociales apelando al miedo y la manipulación mediática, un rasgo que luego se repetiría en otras asonadas al son de marchas parapoliciales/militares y el “buri”. Claro está, no podía estar ausente el recurso fariseo de la fe de quienes se comulgaban por la mañana en la iglesia y por la noche torturaban y violaban mujeres.
La historia de los crímenes de la dictadura de Banzer ha sido ampliamente revisada; los familiares de las víctimas de aquel periodo de terror, de completa impunidad, aún se aferran a lo que también el golpismo quiso borrar a punta de sables y metralla: la memoria.
En ese marco, la revisión de aquel periodo nefasto permite advertir, a estas alturas de la historia, el riesgo de la aparición de las ‘nuevas’ derechas ‘liberales’, de nuevos caudillos ‘libertarios’ (como Milei en Argentina), que en el fondo ni son ‘nuevas’ ni ‘liberales’, sino que encarnan el discurso fascista, anticomunista, ultranacionalista y antiderechos con que marcharon las huestes de los generales que ensangrentaron América Latina.