Durante los inicios de la pandemia Dayana entró en pánico. Poco se sabía de esta nueva enfermedad y había mucha incertidumbre. Ante ello, su primer reflejo fue abastecerse al mejor estilo de una emergencia nuclear.
Corrió al mercado adquiriendo ingentes cantidades de enlatados, barbijos, alcohol en gel, lavandina y (por alguna razón) mucho, mucho papel higiénico.
Es cierto, ella no lo hizo con mala fe. La orientó lo incierto de una pandemia (hay que reconocer que era su primera pandemia). Sin embargo, con el pasar del tiempo, ella continuó repitiendo su comportamiento y esto, sumado a muchos acumuladores como ella, ocasionaba que hospitales, centros de salud y otros relacionados tuvieran dificultades en adquirir estos mismos ítems que ella adquiría desmedida e innecesariamente.
Este comportamiento es una clara muestra de acumulación orientada por el pánico. No es un comportamiento racional, pero a muchos les brinda cierto tipo de tranquilidad. Lastimosamente, sabiendo que los bienes son limitados, el accionar de uno (o muchos acumuladores) tiene un efecto en la disponibilidad y reduce el acceso para aquellos que realmente los necesitan. Este accionar puede ocasionar una escasez en la oferta, con todas las complicaciones que ello implica, como, por ejemplo, el aprovechamiento de especuladores y los incrementos de precios.
Hoy, en 2023, estamos viviendo algo parecido. Si bien la pandemia no ha cesado, felizmente hemos dejado de adquirir enlatados y papel higiénico como Dayana hacía en 2020. No obstante, podemos observar otra(s) forma(s) de acumulación. Sí, estoy hablando de los dólares. De acuerdo a un reciente reporte de la Autoridad de Supervisión del Sistema Financiero, la compra y venta de estas divisas está teniendo un comportamiento inusual en Bolivia.
Sobre esto, Dayana recientemente me ha comentado que está comprando muchos dólares “por si acaso”, según dice. Yo le pregunto: “¿Necesitas esos dólares? “. Ella reconoce que no, que nunca antes había comprado dólares, que tampoco los utiliza en su cotidiano vivir, pero que había escuchado en algún medio de comunicación que están escaseando. “No los necesito, pero si escasean, hay que comprar”, señala.
Es evidente, el pánico nos orienta a tomar decisiones rápidas. Sin embargo, es momento de actuar racionalmente e intentar medir los efectos a mediano y largo plazo. Nuevamente estamos dejando que nuestros miedos más primarios nos orienten a tomar decisiones erradas. Al acumular dólares (que no necesitamos) estamos actuando exactamente igual que los acumuladores de papel higiénico.
Recordemos que esta sensación de caos muchas veces es motivada por especuladores o personas inescrupulosas que pretenden sacar un rédito. Ellos tienen el mismo modus operandi: Primero la profecía autocumplida (“no hay dólares en el mercado”), lo que motiva una compra irracional en los mercados, ocasionando finalmente una sensación de escasez. En resumen, una manipulación de expectativas económicas.
¿Acaso no hemos aprendido nada de la pandemia? ¿Necesitamos esos dólares? Al adquirirlos desmedidamente, ¿no estamos causando un efecto contraproducente? ¿Queremos perder nuestro dinero simplemente por especulaciones y comentarios?
No seamos como Dayana, racionalicemos la adquisición de bienes y recursos en general. No formemos parte de la bola de nieve que genera el pánico y alimenta la desinformación.