El sábado 8 de noviembre amaneció distinto en Bolivia. No fue un día más en el calendario de la patria, sino el umbral de una nueva era política. La Transmisión del Mando Presidencial, ese acto solemne donde el poder —esa fuerza invisible que modela los destinos de los pueblos— cambió de manos. Después de casi veinte años, de un solo timonel conduciendo la nave del Estado, el país asistió expectante a un relevo largamente postergado.
A las diez de la mañana, las campanas de la historia sonaron, con su austero repique, y la jornada se extendió hasta las primeras horas del domingo.
Más de 14 horas en las que Bolivia, como pocas veces, se miró al espejo. La nueva administración, encabezada por Rodrigo Paz Pereira, asumía funciones, mientras el antiguo gobierno ya era historia.
La transición, por tanto, exigió precisión y temple, una puesta en marcha impecable, donde cada gesto, cada palabra e imagen contaron.
Durante casi dos décadas nos hemos habituado al error como forma de vida. Hemos convivido con la torpeza institucional, con la improvisación y el descuido; los fallos fueron parte de nuestra rutina, como una niebla que nos cubría sin que la notáramos. Pero ahora, no. Esta vez no teníamos margen para el error. Por lo menos nosotros, no, en nuestra tarea. Porque lo que nos jugábamos, en esta transmisión de mando, no era sólo una ceremonia: era encontrarnos con la posibilidad de comenzar de nuevo.
Quiero agradecer a la comisión que ha acompañado esta transmisión de mando, del presidente Rodrigo Paz Pereira. A su equipo, le agradezco, por haberme puesto al frente en la transmisión de mando, donde mi trabajo fue estrictamente por convicción periodística y democrática.
Esta labor se ha concentrado y determinado sólo para esta actividad.
Por supuesto, quiero agradecer al equipo que me ha acompañado, todos de magnífica procedencia. Todos, con un nivel de calidad, en estas cinco instancias, cinco medios de comunicación del Estado, que me ha tocado —esta vez— dirigir.
Agradecer, por supuesto, al público, que nos ha seguido, con números de reproducciones y atención; lo que ha convertido, el ocho de noviembre, a Canal 7, Televisión Boliviana, en el medio líder de Bolivia, siendo el canal más visto en nuestro país. Esto ha recuperado Canal 7.
Para cerrar, obviamente, mi agradecimiento y mis bendiciones eternas a cada uno.
Por: Andrés Rojas Luna



