En las sociedades contemporáneas o capitalistas los alimentos de la “canasta familiar” son una construcción desde los mercados o, mejor dicho, desde algunos productores millonarios, materializados en la cadena de mercados. El término “canasta familiar” es una expresión de esa mirada hegemónica y mal sana de algunos alimentos en cadena.
Es lamentable que, en un país como Bolivia, con una gran riqueza de productos nutritivos ancestrales y campesinos existentes en las regiones andina, amazónica, oriental y chaqueña, estemos adscritos a este término de “canasta” muy limitado y a unos cuantos productos como azúcar, arroz, harina, pan, aceite… Precisamente este último escasea en el mercado, aunque siguen escondiendo otros productos como el arroz, en fin.
¿Cómo enfrentamos esta monopolización de algunos productos? ¿Cuánto de beneficio nos trae para la salud el consumo de aceite diario? Alguna vez nos preguntamos ¿quiénes son los dueños de las aceiteras del país? En un medio televisivo un joven padre de familia de tres hijos declaraba haciendo larga fila: “Usamos todos los días aceite”. Queda clara la profunda dependencia de esta familia y la generación del aceite, y creo que con pocas posibilidades de sustituir por otros productos.
La reciente denuncia de la ministra de la Presidencia, María Nela Prada, de la existencia de un boicot político contra el gobierno de Luis Arce con la escasez de algunos productos, no está acompañada de cómo enfrentamos esta insuficiencia. Si seguimos adscritos a la política del mercado acaudalado de pocos alimentos continuaremos dependiendo y peleándonos por un producto como el aceite.
Frente a la ineficiencia o cuasi ausencia del control de precios de parte del municipio en la ciudad de La Paz, algunas autoridades nacionales intentan suplir este capricho del gobierno municipal, pero no darán abasto con un control riguroso, porque el boicot está muy bien organizado, incluso usando a los sectores populares y de bajos ingresos.
No basta con detener a los inescrupulosos agiotistas de los productos alimenticios, incluso con requisas físicas de algunas empresas. Precisamos trabajar a mediano y largo plazo y eso pasa en construir otra canasta familiar, en lo posible con muchos productos ancestrales y campesinos de las regiones indicadas. La escasez siempre ha generado nueva gastronomía. Hay muchos ejemplos, uno de ellos es el plato paceño, sin carne.
Hace falta la acción contundente de las autoridades nacionales, regionales y departamentales, como en aéreas de la salud e incluso por los medios de comunicación, que no hacen más que magnificar la escasez y el libreto de estar mal alimentados monopólicamente.
Insisto, en el silencio de las universidades públicas, sobre todo de los espacios de salud, nutrición y alimentación. Algunos canales de comunicación, como el Canal Universitario de la UMSA, podrían contribuir en la línea descrita. Cuando asumió la rectora María Eugenia García declaró que habría cambios. Es decir, pasar de un canal repetitivo e imitativo de las otras cadenas a un medio de educación e información. Pero hoy solo hay cambios de personas y no de contenidos, porque se sigue actuando con la lógica del espectáculo.
¿Las carreras de salud y nutrición siguen formando estudiantes bajo la lógica de consumir productos enlatados? Al parecer el mutismo nos lleva a interpretar que no tienen nada que ofrecer y compartir con la sociedad que les paga.
Hace unos días quedé pasmado con uno de los puntos de la declaración pública de la Confederación Universitaria de Docentes de Bolivia. Textualmente dicen “rechazar la intervención del Estado a empresas agroproductivas… y poniendo en riesgo la producción que garantiza la seguridad alimentaria de las familias bolivianas”. Los agroindustriales ¿nos dan seguridad alimentaria? Vaya justificación a productores capitalistas que precisamente hoy boicotean con el aceite, el arroz… mediante varias formas de acaparamiento. Wasitampiwa imantapxi juyra manq’añanaka uka jach’a qamiri jaqinakaxa. Jiwasanakaxa jiwas juyranakasampiwa sartañasa, ¿janicha?
La Paz/AEP