Cuando Wendy Brown señala que un revolucionario puede sentir más aprecio por un análisis o por un ideal político particular que por aprovechar las condiciones materiales de las que goza cuando asume gobierno como poder político para transformar radicalmente el presente de su pueblo, pretende acercarnos con esta hipótesis a responder el porqué del fracaso de la izquierda, indica que la izquierda no está logrando entender el carácter de la época y en consecuencia no desarrolla una nueva crítica política que plantee una visión político-moral apropiada por mantenerse apegada a los ideales del pasado.
Señala además que, el análisis podría reducirse a una carencia de pragmatismo, quizá no completamente, pero la transformación política en el presente requiere soltar apegos con ciertos sentimientos. Brown afirma al respecto que “(…) Los sentimientos mismos se vuelven cosas para el melancólico de izquierda, quien se solaza tras las huellas de antiguos bienes intelectuales”. Y sentencia: “Llegamos a amar nuestras pasiones y razones de izquierda, nuestros análisis y convicciones de izquierda, más de lo que amamos el mundo existente que supuestamente buscamos transformar con estos términos o el futuro que estaría alineado con ellos”. Nos explica que el apego a un sentimiento, a un análisis o a una relación cosificada y congelada en el corazón del presunto izquierdista le impide rehacerse. El análisis y el compromiso que la izquierda ofrece a sus adherentes tiene que ver con un camino claro y seguro hacia lo bueno, lo correcto y lo verdadero; siendo propio de las huestes de izquierda como el fundamento de nuestro amor propio y orgullo hacia otros izquierdistas este semblante en la búsqueda de la justicia social y la eliminación de las injusticias causadas por el capitalismo salvaje.
Pero, ¿hasta qué punto las condiciones materiales pueden ignorarse para intentar subsumir las posibles soluciones, creativas y poco ortodoxas al hierro de la ideología surgida en Europa en los albores de la revolución industrial del siglo 19? Y es que, la seducción del electorado con cantos de sirena libertarios combinados con el rechazo al gobierno popular por esas vergonzosas escenas en el hemiciclo parlamentario o por sus formas de protesta ya entendidas como dañinas, pareciera generar un resentimiento al aparente desbalance entre derechos colectivos sobre los individuales, por lo que se requiere de un planteamiento nuevo y desde la izquierda, pero amalgamada con la realidad boliviana que, ya no parece debatir un futuro mejor, sino que va ingresando poco a poco a la búsqueda desesperada de una solución inmediata, sin considerar de qué oscuro pasado retorne o sin importarle el costo de retroceder como sociedad perdiendo esos logros alcanzados con el gobierno revolucionario de izquierda que tenemos.
La Paz/AEP