La invasión armada en 2015 por Arabia Saudita durante 9 años a Yemen cobró la vida de más de 380.000 personas, así como pérdidas materiales de consideración, en un país que desde su reunificación (Yemen del Norte-Yemen del Sur, 22 de mayo de 1990) ha tenido no solo que lidiar por la unidad interna, sino por la defensa de su soberanía frente a los ataques desmedidos de la coalición árabe, en donde los bombardeos no solo tenían objetivos militares y civiles; sino políticos, siendo estas una de las tantas preocupaciones de la sociedad mundial, que poco ha podido hacer para frenar las atrocidades de los Emiratos del Golfo, quienes lo que deseaban en el fondo era hacer arrodillar a Irán a quien percibían como una potencia enemiga en la zona.
Los canales diplomáticos por parte de Naciones Unidas para la mediación no habían servido casi de nada, la realidad era que en un país con más de 34 millones de habitantes morían no solo por los bombardeos de la aviación saudita y sus socios; sino también por la miseria, la hambruna, el cólera y el coronavirus, en una sociedad bloqueada por sus supuestos “hermanos musulmanes”, tirando al tacho de la basura la “fraternidad”, la “amistad” y la cooperación en el marco de la Liga Árabe y la Organización para la Cooperación Islámica.
Para sorpresa (envidia) de muchos, los dos “archienemigos”, Teherán y Riad bajo la égida de la República Popular de China, reanudaban las relaciones diplomáticas el 27 de marzo en Pekín, completándose la misma el 7 de abril, cuando sus ministros de Relaciones Exteriores, Hossein Amir-Abdollahian por los persas y Faisal bin Farhan Al Saud por los árabes, estrechaban lazos con un apretón de manos; 7 años de hostilidades terminaron no solo entre ambos, sino la paz en Yemen se allanaba frente a un imperio (EEUU), que aun con su poder bélico y político en el Consejo de Seguridad, hasta la fecha lo único que había logrado era echar pólvora a las conflagraciones armadas no solo en Yemen sino en Ucrania. Los estertores de Washington se enmudecieron ante la emergencia del dragón y su poder instaurador de la paz y la seguridad en el mundo.
Un país que se convierte en una potencia no puede imponer su voluntad por las malas, sino haciendo uso correcto de la armadura jurídica internacional de cara al compromiso por la paz de los pueblos del mundo, tal cual lo ha demostrado Pekín cuando de un plumazo consolidó la fraternidad de dos Estados enemistados (Irán-Arabia Saudita) así como poniendo fin a la guerra en Yemen.
El uso de la diplomacia en favor de la paz y no la guerra es uno de los elementos fundamentales en un mundo multipolar, que aún se rehúsa a seguir el nuevo orden mundial, aquel impulsado por la mayoría de los países occidentales bajo la capa de EEUU y la Unión Europea, este primero que no quiere dejar su soberbia de exteriorizar por todos los medios (políticos, culturales, económicos; etc.) su presencia forzada en la sociedad internacional; así por ejemplo a nivel regional sigue con su expansión imperialista de intimidación y violencia psicológica (hasta bélico de ser necesario) cuando por ejemplo al verse perdido en las negociaciones respecto al triángulo del litio en América Latina, donde Bolivia lidera la reservas con más de 21 millones de toneladas, Argentina 19,3 millones y Chile con 9,6 millones que sumado a las reservas de México y Perú representan el 67% de las reservas mundiales según el servicio Geológico de EEUU, y que ante al avance del dragón en su “patio trasero”, éste a su viejo estilo empieza a amedrentar a los países del “tercer mundo”, fiel a su política imperialista como por ejemplo en días pasados su general Laura Richardson, jefa del Comando Sur, dijo que le preocupa la “actividad maligna” de China en Sudamérica.
Hoy vivimos en un mundo en donde las hegemonías e imperios van debilitándose, más aún cuando la emergencia de nuevos actores internacionales va consolidando su presencia no solo por los factores económicos, sino morales y/o espirituales, en esa línea la presencia del gigante asiático en el plano mundial no solamente está relacionada con la explotación y comercialización de recursos naturales, sino también en la tarea de rearticular una sociedad firme en sus valores de respeto a su soberanía y autodeterminación.
Durante décadas —y lo sigue siendo— la injerencia y las acciones temerarias de EEUU en los asuntos internos de las naciones es una molestia para la paz mundial, la reciente adhesión de Finlandia a la OTAN como el miembro número 31 mina aún más la relación entre Kiev y Moscú, sus ansias de someter la soberanía de los Estados en su propio beneficio hace que los sujetos internacionales (Estados, organizaciones internacionales e individuos) rechacen sus medidas; en tal sentido los contrapesos y balanzas en la figura de China se hacen urgentes, por ello es que muchos líderes europeos visitaron y visitan Pekín para que éste interponga sus buenos oficios por la paz, demostrándose claramente las intenciones del gigante asiático —al menos por ahora— que apuesta por un mundo ecuánime frente a un imperio estadounidense rígido, arrogante e intolerante, quien aún no quiere entender que “su poderío” está en declive.