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Eliana Kate Peña Montealegre

Economía naranja y ODS en Bolivia

Los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), adoptados por las Naciones Unidas en 2015, son un ambicioso plan global para erradicar la pobreza, proteger el planeta y asegurar que todos disfruten de paz y prosperidad para 2030.

Sin embargo, la complejidad de esta agenda requiere un enfoque integral, donde las acciones en un área afectan otras, el equilibrio entre lo social, económico y ambiental es clave para garantizar un desarrollo realmente sostenible. Pero ¿cómo encaja Bolivia en este esfuerzo global y qué rol juega la economía naranja en la consecución de estos objetivos?

La economía naranja, definida por el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), abarca el conjunto de actividades que transforman ideas en bienes y servicios culturales, cuyo valor reside en la propiedad intelectual. Esta economía creativa no solo ha demostrado ser un motor económico significativo a nivel global, sino que también representa una vía innovadora para el desarrollo sostenible. Un estudio del BID cita que la reconocida firma Price Waterhouse Coopers estimó que las industrias creativas generaron alrededor de 2,2 billones de dólares anuales desde 2012, una cifra que supera ampliamente las exportaciones petroleras de los países miembros de la OPEP en el mismo periodo.

Un ejemplo revelador es el primer censo de economía naranja en Bolivia de 2022, que destacó a Cochabamba como un centro clave de este movimiento económico. El censo mostró que el 49% de las empresas dentro de este sector se concentran en turismo y patrimonio cultural, lo que revela la enorme importancia de actividades como la gastronomía y las artesanías en la economía local. Esto no solo genera empleos, sino que también fortalece el sentido de identidad y preserva la herencia cultural de la región, un pilar clave para alcanzar varios de los ODS, incluidos aquellos relacionados con condiciones laborales dignas, la disminución de desigualdades y el fomento de un consumo responsable.

A pesar del gran potencial de la economía naranja para fomentar un crecimiento sostenible en Bolivia, enfrenta importantes obstáculos. Las recientes protestas y bloqueos han afectado gravemente al turismo, una de las principales industrias creativas del país. Copacabana, conocida por su alta afluencia turística, pareció un pueblo fantasma el pasado fin de semana debido a los bloqueos organizados por la Federación de Campesinos Túpac Katari. Este escenario contrasta con el código ético mundial para el turismo de la ONU, que resalta la importancia de la libre movilidad para los turistas. Sin embargo, en Bolivia esta condición no se ha garantizado plenamente, lo que afecta tanto la imagen del país como los ingresos de quienes dependen de la economía naranja para su sustento.

La economía naranja tiene un gran potencial para contribuir al desarrollo sostenible de Bolivia, pero solo será posible si se le brinda un entorno estable y propicio. Las protestas y bloqueos no solo frenan el crecimiento económico, sino que afectan a las empresas emergentes que están liderando esta transformación.

La Paz/AEP/Eliana Kate Peña Montealegre


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