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Luis Ernesto Guerra

Ecuador: con violencia política en contra de la mujer en el atípico proceso electoral presidencial

En Ecuador una mujer es víctima de feminicidio cada 23 horas, de acuerdo con cifras y estudio de la Asociación Latinoamericana para el Desarrollo Alternativo (Aldea). Siguen en aumento los feminicidios: van 122 las muertes violentas de mujeres y niñas en lo que transcurre de 2023.

ONU Mujeres manifiesta que los estereotipos de género contribuyen a generar más violencia en contra de las mujeres.

A propósito, el pasado jueves 13 comenzó la campaña electoral presidencial cuya elección será el 20 de agosto.

Una vez que están en firme las candidaturas de los ocho binomios presidenciales, el pleno del Consejo Nacional Electoral (CNE) con dos abstenciones y tres votos a favor autorizó adelantar la campaña electoral y ampliar su plazo. Los candidatos pueden hacer campaña desde el jueves 13 de julio hasta el jueves 17 de agosto. Tienen 35 días para difundir su imagen, propuestas de plan de gobierno, con un silencio electoral de 48 horas que va desde el 18 hasta el 20 de agosto, día en que se realizará el acto electoral. Las demás dignidades de elección popular para asambleístas nacionales, provinciales y del exterior deberán realizar campaña electoral de conformidad al calendario anteriormente ya resuelto, es decir, desde el 8 hasta el 17 de agosto.

Los chacales de la antipolítica y ultraderecha, anclados en los más neofascistas comportamientos de violencia estructural a las mujeres, sacaron a relucir su demencial artillería de misoginia y machismo en contra de la única candidata a la Presidencia de la República, Luisa González Alcívar, para los que ser madre adolescente es una tremenda alevosía, que configura una amenaza a sus perversos intereses de clase, corporativos, neocolonialistas e imperialistas, que no ocultan su recurrente agresión verbal, como si haber terminado el bachillerato a los 23 años de edad fuese un delito.

Ellos no se inmutan y sonrojan cuando se trata de pisotear derechos fundamentales y humanos, discriminan y rotulan a las mujeres provenientes de los pueblos: afro, cholo, montubio, indígena, y sus diferentes nacionalidades, a los que les apesta y golpea como dardo en sus oídos, las voces femeninas, que demandan justicia social y erradicación de toda forma de violencia, naturalizada como un hecho cotidiano que es invisibilizado por los candidatos de estas oligarquías y castas de poder inquisitorias.

Ya habíamos expresado que la tensa calma existente hace algunos días obedecía a muy planificados libretos para atacar como depredadores a una mujer hija de ese pueblo profundo ecuatoriano, pigmentado de asimetrías e inequidades, que le apuesta a la vida en abundancia, a la paz, y que abriga la esperanza de volver a recuperar la democracia para erradicar las enormes brechas de pobreza multidimensional, de exclusión y negación del acceso al pleno ejercicio de derechos fundamentales y humanos.

Ergo, reivindicar derechos se convierte en una enorme afrenta a sus renacentistas comportamientos neocoloniales. Invocan a la cruz y la espada, para seguir exorcizando a sus derruidas conciencias, mientras van emergiendo halos de esperanza que hacen brotar un nuevo día y amanecer de justicia social para todas, todes, sembrando un pleno ejercicio de derechos en los hechos.

Luisa González, frente a los virulentos ataques de odio y violencia política, respondió: “Saben por qué me están atacando, porque terminé el bachillerato a los 23 años, porque me casé y fui madre adolescente, a los 15 años, por eso me están atacando”. Postergó su interés personal por criar a su hijo. Esa es la historia de vida de millones de mujeres en la aldea global. Se llama violencia política, violencia de género en contra de las mujeres.

Ecuador es uno de los países más misóginos de la región latinoamericana y en donde se obliga a las niñas y adolescentes a ser madres.

Una breve lectura a la memoria y la historia popular desnuda que no pudieron callar las voces cimarronadas de independencia y libertad de María Illescas, Manuela Espejo, Manuela Sáez, la generala del Libertador Simón Bolívar, Martina Carrillo, Manuela León, Dolores Cacuango, Tránsito Amaguaña y tantas mujeres invisibilizadas por el Estado-nación patriarcal que reproduce las matrices y patrones de aculturación, machismo, así como los códigos y contenidos de un sistema educativo convertido en paradigma de diseminación de la violencia.

Mujeres pertenecientes a los pueblos originarios, cholo, montubio, mestizo y de la diáspora africana, que han sido objeto y fetiche de esta jauría de neofascistas, que ya han recibido la condena y repudio de la misma candidata, así como de diferentes organizaciones sociales y populares, que arriman el hombro para recuperar la democracia, porque sueñan con solidaridad y ternura en un presente de equidad, justicia social, con enfoque de género, generacional e intercultural, respeto a las diversidades, a otredades socioculturales, sexogenéricas, con un gobierno que garantizará el pleno ejercicio de derechos humanos.

Por ahora, les falló su discurso cargado de odio político, irrespeto, misoginia, machismo, pero han vuelto a reactivar el lawfare y fake news en contra del líder histórico de la Revolución ciudadana.

Cuántas mujeres tendrán que continuar siendo las víctimas mortales de dementes misóginos, feminicidas que deberán ser juzgados con todo el rigor de la ley cuando esta deje de estar controlada por la más decadente y retardataria estructura oligárquica, que niega el derecho constitucional del Buen Vivir, en paz, con justicia social, sin que queden en la impunidad sus nefastos actos neocolonialistas.

Al parecer, han ido posicionando cada vez más en la preferencia electoral a Luisa González, aunque aún falta un buen sendero y trecho por recorrer, al que querrán saturarlo de sandeces misóginas, patriarcales, xenófobas, porque así son estos abrojos y brotes del neoliberalismo autoritario, provenientes de una oligarquía que se acostumbró a mirar al erario del país como su gran hacienda bananera, con trabajadores/as incluidos/as, vulnerados e invisibilizados sus derechos, en donde se mantiene anclada la xenofobia, misoginia y feminicidio en contra de la mujer.

Es importante manifestar que la violencia política en el Ecuador está considerada como un delito, sancionada por la Constitución y el Código Orgánico Integral Penal (COIP), marco legal; similarmente en instrumentos internacionales de derechos humanos de las mujeres.

Bien lo expresa un refrán muy popular: “fueron por lana y terminaron esquilados”. Así actúa la ultraderecha, con odio y violencia política hacia la mujer, porque jamás ha tenido una línea política argumental transparente en una lid electoral.

Ya comenzaron a aflorar en las redes sociales los ataques cobardes de trollcenters y una perversa descalificación de una mujer candidata, como Luisa González Alcívar, que ha sentido desde su propio ser la exclusión y discriminación de una sociedad saturada de códigos y contenidos misóginos que han sido naturalizados en un sistema educativo al que se deberá extirpar todo tipo de violencias que rayan en la más demencial flagrancia y atentado a los derechos de la mujer.

Alguna vez dijeron “mujeres al poder”, y en la región se pinta el mapa geopolítico con presidentas mujeres que provienen de un diferente matiz político e ideológico, que apuntala la unidad en la diversidad, sustentada en la justicia social y las políticas públicas.

Debemos manifestar que en Guatemala se excluyó de la participación política a una mujer proveniente de los pueblos originarios, ello evidencia que se tiene que erradicar la violencia política, porque configura violación de derechos. Las mujeres tienen derecho a una vida libre de violencias.


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