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Marwan Sarwar Gill

El conflicto en Medio Oriente no es una guerra entre musulmanes y judíos

Una vez, mientras el profeta Mahoma estaba reunido con sus discípulos, pasó un grupo de personas judías llevando a un hombre fallecido al cementerio. Al verlos el profeta se levantó para expresar su condolencia. Uno de sus discípulos se asombró por su gesto y le preguntó por qué él había expresado su solidaridad para un no musulmán. El profeta respondió: “¿El hombre de religión judía no era un ser humano?”.

Su respuesta es una regla de oro, implica que antes de dividirnos por las creencias o las etnias, hay que establecer la santidad de la vida de cada ser humano. Dado este principio, repudio enérgicamente tanto el ataque terrorista de Hamás contra civiles en Israel como el asesinato de civiles en Gaza por parte del ejército israelí. Por un lado, el pretexto es la lucha contra la ocupación ilegal y por la soberanía, y por el otro, es la propia defensa y la reacción contra el terrorismo, pero lo cierto es que en ninguna circunstancia se puede justificar la matanza de personas civiles, especialmente de niños. En sí mismo, el Sagrado Corán condena categóricamente la violencia contra civiles y enseña que quien asesina a un inocente es como si hubiera asesinado a toda la humanidad.

El jalifa espiritual y el líder mundial de la Comunidad Musulmana Ahmadía, a la que pertenezco, Su Santidad Mirza Masroor Ahmad, resumió el reciente conflicto entre Hamás e Israel de la siguiente manera: “Incluso en estado de guerra, el islam no permite matar a mujeres, niños, ancianos y civiles inocentes. En esta reciente escalada de la guerra, Hamás dio el primer paso y atacó a ciudadanos israelíes. Dejando de lado por un momento el hecho de que personas inocentes han sido en el pasado injustamente asesinadas por el ejército israelí, los musulmanes deben asegurarse de que siempre se adhieren a las enseñanzas del islam. Si existe un estado de guerra legítimo, debe limitarse totalmente a los ejércitos respectivos y nunca contra mujeres, niños, ancianos y civiles inocentes. En este sentido, hay que condenar la acción de Hamás. Por otro lado, sea cual sea la injusticia y la crueldad cometidas por Hamás, la respuesta a la misma o a la guerra debería haberse limitado a Hamás.”

Cabe recordar que tal como no se debe responsabilizar al judaísmo por las acciones del ejército israelí, asimismo el islam no es responsable por el actuar de Hamás. Solamente el hecho de gritar “Allahu Akbar” o citar un término teológico no significa que el acto en sí es autorizado por la religión. Cada credo se define por sus propias fuentes y el islam se basa en el Sagrado Corán, la tradición y los dichos del profeta Muhammad, que fue un mensajero de la misericordia y la paz.

De este modo, la frase: “Allahu Akbar” (Dios es grandísimo) no es una licencia abierta para actos violentos, sino que es en realidad un llamado de paz, de armonía y de unidad. Al’lah es el nombre personal de Dios y según el primer capítulo del Sagrado Corán Él es Señor y Creador de toda la humanidad. Entonces, si uno ama a Dios, debe amar y respetar a toda Su creación. Por ello, el profeta Mahoma declaró que aquellos que no son misericordiosos hacia los demás, tampoco recibirán la misericordia divina.

A su vez, la palabra “Yihad” no es el nombre de la guerra contra los no musulmanes, sino del “esfuerzo” que un musulmán debe realizar contra la maldad en uno mismo. El islam permite la guerra solamente en caso de defensa propia y para garantizar la libertad de religión. La responsabilidad de un musulmán, según el Corán, no es solo proteger y honrar a las mezquitas, sino cada sinagoga, iglesia y templo religioso. El fundador del islam explicó que la tarea principal de un creyente es transmitir protección y seguridad a los demás, “con las manos y la lengua”, mediante la acción y la palabra.

En conclusión, el conflicto entre Hamás e Israel no es una guerra entre musulmanes y judíos. Tanto el judaísmo como el islam no son una amenaza para la existencia del otro, sino que son garantes de la fraternidad universal y de la convivencia pacífica. Ambas religiones no son la causa ni el origen de esta confrontación, sino la solución y la salida. El único culpable es el hombre que distorsiona los textos sagrados en pos de justificar sus propios intereses. Es mi profundo deseo que prevalezca la paz entre ambos pueblos. Mientras tanto, si no podemos hacer un aporte productivo para resolver el conflicto y salvar vidas inocentes, al menos que no cause una fisura en nuestras propias relaciones cercanas.


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