Corría el mes de septiembre de 1970 y el entonces gobierno de facto del general Alfredo Ovando Candia vivía momentos definitivos, marcados por una crisis generalizada que, en octubre del mismo año, daría paso al gobierno popular del general Juan José Torres Gonzales.
Ovando estaba cercado por los aprestos golpistas muy arraigados históricamente en el accionar de las Fuerzas Armadas, pero eso no era lo único que erosionaba su gobierno de carácter autoritario desde sus raíces.
A un año de su accidentado mandato, Ovando encararía un feroz enfrentamiento con la jerarquía de la Iglesia Católica y sacerdotes de base que abrazaban de manera abierta la Teología de la Liberación, es decir, estaban con el pueblo oprimido y sus luchas contra las injusticias.
Un hecho emblemático del choque entre ese Gobierno de las FFAA con la Iglesia Católica fue la sorpresiva detención y posterior expulsión a la Argentina de los jesuitas José Prats, Pedro Negre, Federico Aguiló; del oblato Mauricio Levefre y el pastor metodista Aníbal Guzmán (16 de septiembre de 1970).
No contento con echarlos del país, el gobierno de Ovando, a través de su ministro del Interior, el coronel Juan Ayoroa, hizo conocer que el Estado boliviano quitaba la nacionalidad otorgada a los expulsados. Afirmaba que “aquellos (sacerdotes) que hubieran obtenido la nacionalidad boliviana, la perdieron, en virtud al decreto aprobado el día diez del presente mes, pero dado a conocer sólo ayer”, según relata el periódico católico Presencia en su edición del 17 de septiembre.
La enérgica protesta de los obispos de La Paz, encabezados por el arzobispo paceño, Mons. Jorge Manrique, tuvo por respuesta la declaración del general Ovando que se sintetizaba en el Decreto 456, medida que había tomado el “Gobierno Revolucionario para impedir que elementos extranjeros incursionen en la política interna y además, para garantizar la paz social y política gravemente alterada…”. En la misma publicación, Presencia sintetizaba: “Todo boliviano nacionalizado que altere el orden será expatriado”, tal la suerte de los sacerdotes expulsados que volverían más tarde a Bolivia, durante el gobierno de Torres.
La dura colisión Ovando-Iglesia resultaba por cierto una escaramuza que “alteraba el orden” y encendía las pasiones de un pueblo rebelde dominado por el descontento y hastío con los dictadores de turno.
Sin duda, aquellos pasajes dramáticos de la historia boliviana, reflejados en las noticias de septiembre de 1970, tuvieron en la guerrilla de Teoponte un punto alto. Aquella experiencia dolorosa supuso la aniquilación de un destacado grupo de jóvenes revolucionarios, muchos —como los curas perseguidos— militantes de la Teología de la Liberación.
En plena pugna entre militares, gobierno de facto-Iglesia, Estado autoritario-sociedad, una “solicitada” de la Universidad Mayor de San Andrés de fecha martes 29 de septiembre, estremecía al país: “Currículum vitae de los universitarios muertos en Teoponte” dice el titular del anuncio. La publicación destaca las fotografías de Juan José Saavedra (28), miembro del Comité Central Revolucionario de la UMSA (1970), redactor de radio Amauta; Adolfo Quiroga Bonadona (25), presidente del Centro de Estudiantes de Derecho de la Universidad Juan Misael Saracho (Tarija) (egresado), presidente del Centro de Estudiantes de la Universidad Juan Misael Saracho (1966-1967), secretario ejecutivo de la FUL de Tarija (1967-1968), presidente de la CUB (1968-1970), vicepresidente del Comité Nacional de Defensa de los Derechos Humanos (1969/1970), delegado universitario ante la COD Tarija (1968), asesor del Bloque Independiente Campesino (1969-1970); Adolfo Huici Alborta (22), Universidad Católica hasta el tercero de Economía y cuarto curso de Economía Universidad Mayor de San Andrés; Antonio Figueroa Guzmán (23), miembro del directorio de la FUL de Sucre.
Al respecto, septiembre cerraba con una noticia a tres columnas en Presencia: “Una multitud acompañó el sepelio de guerrilleros caídos en Teoponte; El entierro fue encabezado por el Arzobispo Monseñor Jorge Manrique...”.
En total la cifra de combatientes caídos en combate, muchos de ellos asesinados a sangre fría, sumaron cerca de 60. Entre ellos, Benjamín Coronado (‘Bejo’) y Néstor Paz Zamora, a quien Presencia Juvenil de la época le dedicó una publicación especial recuperando su testimonio “Un grito a Dios”. “Ninguna muerte es inútil si su vida ha estado cargada de significado y eso creo que es válido aquí con nosotros. ¡Chau Señor! Hasta tu cielo, esa tierra nueva que tanto ansiamos…”, escribió el guerrillero.
*Es periodista.