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Martín Moreira

¿Es este el fin de la estabilidad económica o solo un cuento político?

En este artículo desglosaremos uno a uno los hechos coyunturales económicos del país, donde se puede identificar tres actores clave: dos internos y uno externo.

El primero son los hechos y señales reales que ofrece el modelo económico generando una respuesta con cambios estructurales para generar sostenibilidad. El segundo es la demagogia de intereses políticos, que intenta crear una sensación de crisis, buscando convencer de que se debe ceder la soberanía económica del país a fondos buitres, motivados únicamente por ambiciones políticas y económicas de ciertos grupos de oposición. El tercero es la pérdida de terreno y la crisis real del dólar en los mercados financieros. El dólar de EEUU continúa cediendo terreno frente a monedas no tradicionales en las reservas mundiales de divisas.

Es fundamental entender las intenciones de los actores políticos y mediáticos que buscan sembrar incertidumbre y una falsa sensación de crisis económica en Bolivia. A pesar de sus intentos de crear alarma mediante la especulación y la politización, sus afirmaciones carecen de base económica real y han sido desacreditadas.

Estos actores promueven la idea de que se deben implementar medidas de ajuste económico, pero en realidad esto significaría desmantelar el modelo económico del país y trasladar el peso de la deuda pública a las clases más vulnerables. Su objetivo es asegurar el bienestar de ciertos grupos políticos y financieros a expensas del bienestar general.

La pregunta que queda es: ¿a quién beneficiarán realmente estas medidas? ¿Por qué los bolivianos deberíamos seguir a estos detractores y poner en riesgo lo que hemos construido?

Estos sectores políticos intentan implantar en la conciencia colectiva la idea de una crisis. Sin embargo, como bolivianos responsables, debemos preguntarnos: ¿qué es realmente una crisis económica? Una crisis económica implica una caída brusca en la producción y en el empleo, y ocurre en la fase descendente del ciclo económico. Una economía puede verse afectada por shocks que desencadenen una crisis económica y, en los casos más dramáticos, una depresión económica.

Este análisis nos permite destacar las respuestas positivas del modelo económico ante la mentira y especulación sustentadas en indicadores económicos clave que reflejan la realidad de la economía del país. En primer lugar, la inflación en los primeros siete meses del año se ha mantenido baja, en un 2,97%. Además, el país ha registrado un balance comercial positivo durante tres meses consecutivos, con exportaciones que superan las importaciones.

El desempleo se mantiene en un 4,1%, un nivel inferior al de otros países de la región, que superan el 5%. También es destacable la reducción del ratio de la deuda externa, que ha disminuido del 33% en 2021 al 26,9% en mayo de 2024, gracias al crecimiento del Producto Interno Bruto (PIB), que se ha incrementado en un 3,1%. La disminución de la pobreza extrema, que ha bajado del 38,2% al 11,9%, es otro indicador relevante.

Finalmente, el pago del servicio de la deuda externa se sitúa en un 62%, lo que refleja estabilidad en las Reservas Internacionales Netas, las cuales continúan mostrando una tendencia al alza. Estos indicadores demuestran que Bolivia no está en crisis; por el contrario, evidencian una estabilidad económica sólida. Esto es crucial para que los ciudadanos tengan certeza sobre el proceso económico que se está desarrollando en el país.

La mediatización y politización de la economía ha buscado generar inestabilidad al cimentar un mercado negro del dólar basado en el agio, la especulación, y el miedo infundido en la población. Estos ataques a la economía del país, con tintes de terrorismo económico, intentan imponer la idea de que estamos en crisis, algo completamente alejado de la realidad.

Todas las especulaciones sobre una crisis económica cayeron estrepitosamente ante las cinco acciones inmediatas implementadas por el Estado boliviano. La primera medida consiste en la creación de activos respaldados en oro, litio y otros metales para dinamizar la economía, junto con la implementación de pasarelas digitales para transferencias de dinero, aliviando así la demanda de divisas en el mercado negro. En segundo lugar, se han introducido incentivos fiscales y arancelarios cero para estimular la producción de biodiésel y promover la inversión privada.

La tercera medida es la reducción del impuesto al valor agregado (IVA) sobre las importaciones de combustible, lo que facilita la repatriación de utilidades. En cuarto lugar, se ha liberado plenamente la exportación a través de un plan quincenal que asegura el abastecimiento interno y expande las exportaciones, con el objetivo de generar más divisas mediante el comercio exterior. Como beneficio adicional, esta medida también promueve una mayor inversión en el crecimiento productivo por parte del sector privado.

La quinta y última medida consiste en ofrecer créditos para jóvenes emprendedores a una tasa del 7,5%, con el propósito de generar 4.200 empleos mensuales, respaldados por un fondo de 150 millones de bolivianos.

Todos estos aspectos se enmarcan dentro del diálogo continuo entre los diversos actores productivos del país, los movimientos sociales y la población en general. Este proceso busca enviar señales claras de que el Modelo Económico Social Comunitario Productivo ofrece respuestas alternativas y efectivas a los bolivianos.

A nivel global, se observa una crisis marcada por el aumento de las tasas de interés, las caídas en las bolsas internacionales, la volatilidad de los precios de las materias primas y el incremento en los costos de transporte. Frente a esta situación, algunos políticos oportunistas de esta nueva oposición liberal intentan llevar a Bolivia hacia el endeudamiento con préstamos millonarios de Fondos Internacionales buitres, que desmoronaría todo lo construido y iría contra las clases más vulnerables. Este endeudamiento condicionaría al país a los intereses dominados por el dólar.

Este dólar, que históricamente ha sido un símbolo de estabilidad, está perdiendo terreno frente a otras divisas de reserva. Su participación en el comercio exterior, que alguna vez alcanzó el 90%, ha descendido al 51%. Este cambio ha beneficiado a monedas no tradicionales, como el renminbi chino, que ahora representa aproximadamente una cuarta parte de la disminución en la proporción del dólar.

Esta coyuntura permite al país y al Estado buscar socios comerciales estratégicos que faciliten el uso de monedas alternativas para el comercio exterior, alejándose así de la dependencia de un dólar que a menudo actúa como una herramienta de dominación y condicionamiento al progreso global.

Por: Martín Moreira/


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