La wiphala triunfa y fluye en el viento, como lo señala su etimología: ‘Wiphay’ y ‘Lahui’, que significan, respectivamente, ‘triunfo’ y ‘fluir en el viento’. Lo he escuchado desde que llegué a estas tierras hace más de tres lustros. Fluye contra el viento en el pecho de los indígenas y originarios, pero también entre las campesinas y los campesinos, y en la periferia de los barrios históricamente marginados. En América lo hace en algunas instituciones que la elevan junto otras banderas. Ondea sobre las cabezas de los jóvenes que piden justicia y libertad a lo largo y ancho de nuestro continente. Está pintada y plasmada de distintas formas en el imaginario popular; es sostén ideológico, es bandera de resistencia.
La wiphala es una guía ancestral de los pueblos oprimidos, irrespetados y expoliados durante siglos. Un referente contra el racismo, razón por la que han querido mancillarla, aun cuando lo único que han conseguido sus detractores es una y otra vez el levantamiento de los pueblos.
La wiphala es cuadrangular, a diferencia de otras banderas que son rectangulares, y tiene siete colores. Plasma, como símbolo, la filosofía andina. Representa el orden universal y el respeto a la naturaleza de los pueblos arraigados a la Pachamama. Además de Bolivia, donde es un símbolo nacional reconocido en la Constitución, flamea en Chile, Perú, Ecuador, Argentina y Colombia, porque constituye una expresión de la diversidad cultural y la identidad de los pueblos originarios de los Andes, del Abya Yala, que merece ser respetada y valorada por los habitantes de las naciones donde está presente.
Su origen se remonta a civilizaciones milenarias como la tiwanacota e incaica, que desarrollaron una cosmovisión basada en el equilibrio y la armonía con el cosmos. Encarna los siete principios andinos de dualidad, complementariedad, reciprocidad, solidaridad, correspondencia, gradación y ciclicidad.
También la wiphala representa la resistencia y la dignidad de los pueblos indígenas frente a la opresión colonial y neocolonial. Es signo de integración y pluralismo, que reconoce la riqueza de las diferentes culturas. ¡Qué difícil se le hace a los poderosos aceptar los conceptos de integración y pluralismo, sobre todo cuando suponen que atentan contra sus intereses económicos!
La wiphala es más que una bandera, es una manifestación de la sabiduría y la historia de los pueblos andinos, que aportan al desarrollo y la convivencia de las naciones donde se encuentran. Esta bandera o guía preincaica ha sido reseñada por los historiadores de la invasión española como un estandarte que identificaba a sus ejércitos. Sus cuadros multicolores están dibujados en los textiles y cerámicas de las culturas nazca y tiwanacota y está relacionada con la chakana.
La wiphala es india y mestiza, es ancestral y moderna, se diluye en la voz de la gente que la eleva como símbolo de rebeldía revolucionaria. Está en los antiguos cuadros de los ángeles de Calamarca y otras pinturas, y ha sido erigida en todos los tiempos por los pueblos aymaras y quechuas, está en las chuspa wari, en la antara de Nazca, entre Manco Inca y sus soldados. Según Guamán Poma de Ayala, está en la laja de piedra pintada de Chuquibamba, en los kerus presentes en los museos nacionales y en los que fueron extraídos o apropiados ilegalmente por museos del mundo. Las banderas son una forma de comunicar identidad, valores y aspiraciones. ¡Wipha, wipha la wiphala!