En un mundo que se jacta de progreso y derechos humanos, Gaza se ha convertido en el reflejo de la vergüenza mundial.
Mientras los organismos internacionales debaten protocolos y emiten declaraciones vacías, más de 60.500 palestinos—la mitad de ellos, niños y mujeres—han sido asesinados mientras se escriben estas líneas, por el régimen sionista de Israel, con el respaldo de Estados Unidos y Europa.
Gaza no es solo una crisis humanitaria, es un campo de exterminio, un genocidio en tiempo real, una limpieza étnica avalada por la impunidad del poder global.
Desde 1948, Palestina vive una Nakba (catástrofe) ininterrumpida: ocupación militar, robo de tierras, apartheid y, ahora, un exterminio metódico. La Tormenta Al Aqsa, del 7 de octubre de 2023, no fue un punto de inicio, sino la respuesta desesperada de un pueblo que lleva 77 años resistiendo; sin embargo Israel ha usado este hecho para justificar una campaña de horror: hambre inducida, hospitales bombardeados, familias enteras borradas del registro civil.
Según la ONU, una de cada tres personas en Gaza pasa días sin comer; 17.000 niños padecen desnutrición aguda: ¿Dónde está la “comunidad internacional” cuando las carpas se llenan de cuerpos en vez de alimentos?
El silencio ante Palestina no es neutral, quienes hoy miran hacia otro lado mientras Gaza arde, son los mismos que normalizan la avanzada sionista en América Latina; ya que soldados israelíes, según fuertes sospechas, ya operan en la Patagonia Argentina y Chilena, bajo el ominoso “Plan Andinia”, que busca balcanizar el cono sur, como ya lo han manifestado varios periodistas.
En Bolivia, la ultraderecha de Tuto Quiroga, Doria Medina, Reyes Villa y otros no solo se convertirían en cómplices de un proyecto imperial que aniquila pueblos originarios aquí y en Palestina, pues quien apoya a estos gobiernos avala el genocidio y la extensión del imperialismo sionista en América del Sur.
Frente a las próximas elecciones presidenciales en Bolivia, que se llevarán a cabo el 17 de agosto de esta gestión, no sólo se hace necesaria la integración de los pueblos del continente; sino la resistencia y la lucha de los sin voz, aquellos que combaten por su identidad, por su cosmovisión, aquella que continúa vigente después de más de 500 años de genocidio europeo.
Los pueblos originarios, afrodescendientes y las organizaciones sociales de América Latina son los que no callarán, más al contrario, son los que seguirán manifestándose; pues como descendientes de quienes resistieron al colonialismo europeo, son los que ven en la lucha palestina la misma dignidad y el mismo derecho a existir en libertad.
En ese entendido, es muy importante recordar que Bolivia, bajo la presidencia de Evo Morales, rompió las relaciones con Israel en 2009, cuando el régimen israelí llevó a cabo la “operación plomo fundido”, cuyo resultado fue más de 1.400 palestinos asesinados, en aquella oportunidad decía Morales: “De no hacer nada se estaría siendo cómplice de un genocidio”.
Asimismo, en el año 2014, Evo decidió terminar con un acuerdo de más de 30 años que permitía a los israelíes visitar Bolivia sin visas, una decisión que obedecía a los ataques israelíes que cobraron la vida de más de 2.300 palestinos, en aquella oportunidad, el Presidente boliviano calificó a Israel de “Estado terrorista”.
En esa línea, el 31 de octubre de 2023, Luis Arce Catacora rompió relaciones diplomáticas con el régimen israelí; así como respaldó la decisión de la Corte Penal Internacional respecto a las órdenes de arresto contra Netanyahu y Gallant, sumándose a otros países del continente, como Colombia, cuyo presidente, Gustavo Petro, manifestó que “si Palestina muere, la humanidad también muere”.
Hoy se hace necesario seguir con esa consigna frente a los gobiernos de ultraderecha; pues si ganan en las contiendas electorales, serán los que cerrarán embajadas en Bolivia como la de Palestina, Irán, Nicaragua, Venezuela, Cuba y otras que tienen la visión opuesta al imperialismo y al sionismo.
Gaza no necesita lágrimas, necesita acción, romper el cerco mediático, exigir a los gobiernos latinoamericanos que corten relaciones con Israel, movilizarse en las calles es un deber solidario de cara a la humanidad; pues si el mundo sigue volteando la mirada, todo el mundo será Gaza.
Por: Sdenka Saavedra Alfaro/